El reloj de la vida...
El reloj de la vida se ha estancado, el tren que lo
trasportaba apagó su chimenea. El azul profundo del cielo escarchado, puso fin a la historia de una existencia. No llores más...
mi hermosa princesa, deja que las rosas recuperen su color, pues de rojo, se volvieron violetas, cuando al cielo partió,
tu progenitor. Hay tristeza, tristeza abrazadora, la lozanía de tu rostro se puede opacar, ya no llores más, mi
corazón implora, agrietado
por el dolor que causa la soledad. Se siente vacío, algo falta en tu pecho... El reloj de la vida debe continuar... El negro que
enlútese los cuerpos, no puedes cargarlo, por toda la eternidad. Triste la tarde, del día que marchó, pero solo una
vela cegó su luz. Ojos azules que a nadie heredó con ellos, no puedes enterrarte.
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He llorado...
He llorado... he llorado tantas lágrimas, que sería imposible saber, cuantos mares se llenarían
con ellas. He llorado tanto, por la ausencia que dejó tu partida, he llorado lágrimas de cristal. Ha brotado
tanto llanto del fondo de mi alma, que aún no entiendo, por qué no se acaba. Hay un desierto árido
en mi pecho, que
arde entrañablemente, las pupilas de mis ojos se han quebrantado, y el oasis traslada mi mente a unos recuerdos oscuros y vanos. Dejando desazón ardiente,
y sin aliento mis débiles manos. He llorado tanto, hasta mi corazón ha reclamado, que mi llanto suspenda, porque
el manantial de mis ojos se ha secado. He llorado tanto mi viejo querido, que parece inimaginable aceptar que te hayas ido. Mi llanto
vagará por las aguas del río, hasta que mi corazón por ti, ya no este entristecido. Déjame ir...La soledad invade las tristes miradas, el corazón duele de tanto
llorar, el aire arrastra hojas grises, en las tardes sombrías de mi transitar. Voy rumbo a un encuentro obligado. No llores más mi ausencia... Por este
camino que voy transitando, las
rosas florecen y no hay tristeza. Déjame ir... mi tiempo ha terminado. Fui errante en la vida y era prestada, pasaron los años y estuve
ocupado, cumpliendo
tareas, por Dios encomendadas. Déjame ir... deja que sea solo un recuerdo. Mi historia se ha extinguido. Fui feliz, entre la lluvia y
el viento, y
ahora en el cielo soy bienvenido. Déjame ir... aunque las rosas tornen violetas. No trunques mi transito al infinito,
ya no estoy ante tu presencia, sino
al lado de Dios, con quien recorro este caminito. Déjame ir... como cuando la noche se oculta, para dar paso a la mañana
siguiente, yo estaré mejor que ahora, y mi alma junto a ti, estará por siempre.
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