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Como otros dos colosos de la literatura fantástica, Poe y Machen, Lovecraft sufrirá el desconocimiento de sus compatriotas y de su tiempo. Al igual que los escritores señalados sólo será reconocido décadas después de su muerte y en la lejana Francia, cuna de otro mago: el poeta Baudelaire. Lovecraft, lúcido como siempre, había dicho en "Él": "Pues aunque me he calmado, no puedo olvidar que soy un intruso; un forastero en este siglo y entre los que aun son hombres".© 2003 Sergio Fritz RoaE-mail: sergio_fritz@yahoo.com

La poesía y los dioses 
Poetry and the Gods, H.P. Lovecraft (1890-1937)
 
Una tarde húmeda y oscura de abril, poco después de terminar la Gran Guerra, Marcia se encontraba sola, sumida en extraños pensamientos, y sus deseos y anhelos inauditos se elevaban del amplio salón del siglo XX a las profundidades del aire, y hacia el este, hacia los olivares de la lejana Arcadia que ella sólo había visto en sueños. Había entrado en la habitación abstraída, había apagado las luminosas arañas y se había recostado en el blando sofá, junto a una lámpara solitaria que derramaba sobre la mesa de lectura un resplandor verdoso tan sedante como la luna cuando emerge entre el follaje de algún antiguo santuario.

Vestida sencillamente, con un largo y negro traje de noche, parecía un producto típico de la civilización moderna; sin embargo, esa noche sentía el abismo inmenso que separaba su alma del prosaísmo de su alrededor. ¿Se debía a la extraña casa en que vivía, esa morada fría donde las relaciones eran siempre tensas y sus habitantes eran poco menos que unos desconocidos? ¿Era eso, o se debía a algún desplazamiento en el tiempo y en el espacio, más grande y menos explicable, por el cual había nacido ella demasiado tarde, demasiado pronto, o demasiado lejos de las regiones de su espíritu, para armonizar jamás con las cosas feas de la realidad contemporánea? Para disipar ese estado de ánimo que la estaba hundiendo en una depresión cada vez mayor, cogió una revista de la mesa y buscó un poco de saludable poesía. La poesía siempre aliviaba su mente desasosegada más que ninguna otra cosa, aunque se daba cuenta de que la perjudicaba en muchos aspectos la moderna influencia. Había partes aun en los versos más sublimes sobre las que flotaba un vapor frío de estéril fealdad y limitación, como el polvo en el cristal de una ventana a través del cual se contempla una magnífica puesta de sol.

Hojeaba indiferente las páginas de la revista como el que busca un esquivo tesoro, cuando tropezó de pronto con algo que le disipó la languidez. Un observador habría podido leer sus pensamientos y decir que había descubierto una imagen o un sueño capaz de acercarle a su meta inalcanzable más que ninguna de las imágenes o sueños contemplados hasta entonces. Era sólo un trozo de verso libre, ese lastimoso compromiso del poeta que supera la prosa pero no llega a la divina melodía de los números; sin embargo, contenía toda la música natural del bardo que vive y que siente, y que trata de encontrar a tientas, extáticamente, la belleza desvelada. Desprovisto de regularidad, tenía, sin embargo, la armonía de las palabras aladas y espontáneas, armonía que faltaba en el verso formalista y convencional que ella conocía. Al leerlo, su entorno se fue volviendo gradualmente difuso, y no tardó en sentirse rodeada de brumas de ensueños tan sólo, brumas purpúreas salpicadas de estrellas que iban más allá del tiempo, hasta donde sólo los dioses y los soñadores pueden llegar:

¡Luna sobre el Japón, Luna blanca de mariposas! Donde sueñan los Budas de párpados pesados Al son de la llamada del cuco... Las blancas alas de las mariposas lunares Aletean inseguras por las calles Silenciando con rubor la mecha inútil de las linternas en manos de las muchachas. Luna sobre los trópicos, Capullo blanco y curvo Que abre lento sus pétalos al calor de los cielos... El aire está lleno de perfumes, De lánguidos, cálidos sones... Una flauta eleva su música de insecto a la noche Bajo el curvo pétalo-luna de los cielos. Luna sobre la China, Luna cansada sobre el río del firmamento, Agitación luminosa entre los sauces, como un centelleo de pececillos plateados Que se deslizan por oscuros bajíos; Las tejas de las tumbas y los templos podridos cabrilean como los rizos del agua; El cielo se motea de nubes como escamas de dragón. En medio de las brumas del sueño, la lectora gritó a las rítmicas estrellas su gozo ante la llegada de una nueva era de la canción, el renacimiento de Pan. Entornando los ojos, repitió palabras cuyas melodías estaban ocultas como cristales en el lecho de un arroyo antes del amanecer, pero que centellean resplandecientes al nacimiento del día. ¡Luna sobre el Japón, Luna blanca de mariposas! Luna sobre los trópicos, Capullo blanco y curvo Que abre lento sus pétalos al calor de los cielos. El aire está lleno de perfumes, De lánguidos, cálidos sones... Luna sobre la China, Luna cansada sobre el río del firmamento...

De las brumas surgió resplandeciente y divina la figura de un joven con el yelmo alado y las sandalias aladas, portando el caduceo, y dotado de una belleza sin parangón en la tierra. Movió tres veces, ante el rostro de la soñadora, el cetro que Apolo le diera a cambio de la concha de nueve cuerdas de la melodía, y colocó sobre su frente una corona de mirto y de rosas. Luego, con adoración, dijo Hermes:

-¡Oh, ninfa, más bella que las hermanas de dorados cabellos de Ciene y que las Atlántidas celestes, amada por Afrodita y bendecida por Pallas, tú has descubierto el secreto de los dioses que encierran la belleza y las canciones! ¡Oh, profetisa, más amable que la Sibila de Cumas cuando Apolo la conoció, tú has hablado certeramente de la nueva era, pues incluso ahora, en Maenalus, Pan suspira y se despereza en su sueño, deseoso de despertar y ver en torno suyo a los faunos coronados de rosas y a los sátiros antiguos! En tu anhelo, has adivinado lo que ningún mortal, salvo unos pocos rechazados por el mundo, recuerda: que los dioses no han muerto jamás, sino que duermen tan sólo y sueñan sueños de dioses en los jardines hespéridos poblados de lotos, más allá del dorado crepúsculo. Se acerca el momento de su despertar, momento en que perecerán el frío y la fealdad, y en que se sentará Zeus de nuevo en el Olimpo. Ya el mar de Pafos tiembla y alza una espuma que sólo los cielos han visto anteriormente; y por la noche, en Helicón, los pastores oyen extraños murmullos y notas semiolvidadas. Los bosques y los campos se vuelven trémulos al anochecer con un centelleo de blancas formas saltarinas, y el inmemorial océano ofrece curiosas visiones bajo tenues lunas. Los dioses son pacientes, y han dormido mucho tiempo; pero ni hombres ni gigantes podrán desafiar eternamente a los dioses. Los titanes se retuercen en el Tártaro, y bajo las llamas del Etna rugen los hijos de Urano y de Gea. Ya está cerca el día en que el hombre ha de responder por haberlos negado durante siglos; pero durmiendo, los dioses se han vuelto amables y no quieren arrojarle al abismo destinado a los que se atreven a negarlos. En vez de eso, su venganza aplastará las tinieblas, la falacia y la fealdad que han trastornado la mente del hombre; y bajo el dominio del barbado Saturno, los mortales, dedicándole sacrificios, se recrearán en la belleza y en el gozo. Esta noche conocerás el favor de los dioses, y contemplarás en el Parnaso aquellos sueños que los dioses envían a la tierra, a lo largo de los siglos, para hacer saber que no han muerto. Pues los poetas son los sueños de los dioses; y en todas las épocas ha habido alguien que cantara sin saberlo el mensaje y la promesa de los jardines de lotos que hay más allá del crepúsculo.

A continuación cogió Hermes en brazos a la doncella dormida y cruzó los cielos.

Soplaron de la torre de Aiolas suaves brisas que les elevaron por encima de mares cálidos y fragantes, hasta que de pronto llegaron adonde Zeus presidía un consejo sobre el Parnaso bicéfalo, su trono de oro, flanqueado por Apolo y las Musas a su derecha, y Dionisos coronado con hojas de parra y las bacantes ruborizadas de placer a su izquierda. Jamás había visto Marcia tanto esplendor, ni despierta ni dormida; sin embargo, no le hacía daño tanta luz, como se lo habría hecho la del elevado Olimpo; pues en esta corte menor, el padre de los dioses había atemperado su gloria a fin de que pudiese ser contemplado por ojos mortales. Ante la entrada de la cueva Gorizia, cubierta de laureles, había sentados en fila seis nobles figuras de aspecto mortal, pero con semblante de dioses. La soñadora les reconoció por las imágenes que había visto de ellas, y supo que no eran otros que el divino Maeónidas, el infernal Dante, el inmortal Shakespeare, el Milton explorador del caos, el cósmico Goethe, y Keats, amado de las Musas. Tales eran los mensajeros a quienes los dioses habían enviado a anunciar a los hombres que Pan no había dejado de existir, sino que dormía tan sólo; porque es mediante la poesía como hablan los dioses a los hombres. Entonces, exclamó Zeus, tonante:

-¡Oh, hija (porque al ser de mi estirpe interminable, eres efectivamente hija mía), contempla en estos tronos de honor a los augustos mensajeros que los dioses enviaron para que dejasen en las palabras y los escritos de los hombres algún vestigio de belleza divina! Los hombres han dado justamente laureles duraderos a otros bardos; pero a éstos los ha coronado Apolo, y yo les he otorgado un lugar aparte, como mortales que hablaron el lenguaje de los dioses.

Mucho tiempo hemos soñado en los jardines de lotos que hay más allá de Occidente, y hemos hablado sólo a través de nuestros sueños; pero se acerca el tiempo en que nuestras voces abandonen su mutismo. Será el momento del despertar y del cambio. Una vez más ha descendido Faetón con su carro, abrasando los campos y secando los arroyos. En la Galia, lloran solas las ninfas con los cabellos alborotados junto a las fuentes que han dejado de manar, y languidecen junto a los ríos que se han vuelto rojos con la sangre de los mortales.


 
Ha salido Ares con su séquito, dominado por la locura divina, y han regresado Deimos y Fobos saciados de placer antinatural. Tello medita con pesar, y la cara de los hombres es como el rostro de las Erinnias cuando Astraea huyó a los cielos y las olas, a una orden nuestra, envolvieron la tierra toda, salvo esta cumbre elevada. En medio de este caos, dispuesto a anunciar su advenimiento, aunque a ocultar su llegada, avanza ahora el último de nuestros mensajeros nacidos cuyos sueños contienen todas las imágenes que soñaron los que le precedieron. Es a él a quien hemos elegido para que una en un todo glorioso la belleza que el mundo ha conocido, y escriba palabras en las que resuene toda la sabiduría y el encanto del pasado. El será quien proclame nuestro retorno y quien cante nuestros días venideros, cuando los Faunos y las Dríadas llenen de belleza sus acostumbradas florestas. Nuestra elección ha sido guiada por los que ahora se sientan ante la gruta Gorizia en tronos de marfil, y en cuyas canciones oirás notas sublimes por las que dentro de unos años reconocerás al más grande mensajero, llegado el momento. Escucha sus voces cuando ahora te canten una a una. Oirás cada una de sus notas otra vez, en la poesía que está por venir, la cual traerá paz y gozo a tu alma, aunque habrás de buscarla durante años de desolación. Escucha con atención, pues cada acorde que brote y se desvanezca volverá a surgir para ti cuando regreses a la tierra, como Alfeo - hundiendo sus aguas en el alma de Elade- aparece como cristal de Aretusa en la remota Sicilia.


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 Providence (Rhode Island)20 de agosto de 1890-15 de marzo de 1937 Seudónim Lewis Theobold, Humphrey Littlewit, Ward Phillips, Edward Softly Cuentista, editor, novelista,poeta Género  Horror, ciencia ficción, fantasía, narrativa gótica Movimiento Cosmicismo, weird fiction. Obras notables; La llamada de Cthulhu, En la noche de los tiempos, En las montañas de la locura, Cónyuge Sonia Greene (1924-1926) Descendencia.  Sin hijos    

LOVECRAFT CONTRA LA MODERNIDAD

Sergio Fritz Roa*

© 2003 

E-mail: sergio_fritz@yahoo.com

 

Hablar sobre H.P.Lovecraft (1890-1937) no sólo es referirse a terror cósmico, mitos venidos de tiempos perdidos para la memoria del hombre, cultos espantosos de inconcebible significación, libros prohibidos y a una demonología bastante personal. Si así fuera, simplemente Lovecraft no ocuparía el puesto que hoy se le reconoce en las letras ( y escribo esto considerando exclusivamente a los lectores; los críticos aún libran debates en torno a quien es por lo demás un personaje controvertido). Lovecraft es además un visionario, un psicólogo de nuestros miedos y aquello que nadie parece darse cuenta: un crítico de la modernidad y de su hija, la ilusión pos-moderna .Y es justamente este el aspecto -metapolítico, por lo demás- de la obra lovecraftiana que aquí deseamos tratar, no sin antes hacer una muy sintética biografía.

 


Nacido en Providence, Nueva Inglaterra, Estados Unidos, Lovecraft fue educado exclusivamente por su madre y tías. De manera autodidacta devorará todo tipo de saber; sumergiéndose a tempranísima edad en los cálidos manantiales de la letra impresa y comenzando el lento camino de escribir. Su primera historia "The Noble Eavesdropper", según el estudioso lovecraftiano S. T. Joshi, dataría de1896. Lovecraft creó sus propias revistas, que distribuirá entre amigos, desde los nueve o diez años. Posteriormente publicará artículos de astronomía en revistas como "The Pawtuxet Valley Gleamer" y "The Providence Sunday Journal". Sin embargo, será en el fanzine "Weird Tales" (1923-1954) donde se editará la obra que lo hará eterno.

Aunque según muchos su vida fue la de un recluso, no se puede decir que estuvo "desconectado" del mundo. Sabía muy bien lo que allí ocurría. La información recibida en sus paseos por Providence y los viajes a otras ciudades (New York, Boston, Florida, etc.) era complementada por libros, diarios, revistas, y por el medio de comunicación que más veneraba: las cartas. Además tuvo la suerte de contar con excelentes amigos, quienes frecuentemente lo invitaban a sus hogares.

Lovecraft amaba su mágica Providence. y también a aquella nación que dejó a sus hijos allí: la Inglaterra de los puritanos. No la Inglaterra del siglo XX, sino aquella dueña de valores propios, totalmente contrarios a lo que engloba lo "moderno". Igual admiración recaería en la legendaria Roma imperial. El profundo conocimiento que tuvo de la historia de esta última no deja de causarnos admiración. Basta leer, por ejemplo, la carta escrita a su amigo, el escritor de ciencia ficción, Donald Wandrei, el 2 de noviembre de 1927, para percibir el estudio que dedicó a estas materias.

De todas las críticas al mundo moderno - Nietzsche, Guénon, Evola, Heidegger, Jünger, Benoist, etc.- posiblemente la más original, junto con la deCéline, sea la de Lovecraft. Esta no es la postura del filósofo o del político, sino la del poeta. Se critica la modernidad no tanto por su injusticia, por su sistema económico basado en la "moral" del mercader, por su devoción al consumismo - aunque nadie podría negar que esto importa- sino por su fealdad intrínseca. Fealdad en la arquitectura, fealdad en el lenguaje, fealdad en la forma de concebir la vida...fealdad en las miradas. Esta visión, la visión crítica del poeta, la hallamos en otros hombres de letras, como Pound o Mishima, pero en Lovecraft adquiere un carácter único, menos polémico y más pesimista. ¿O sería mejor decir realista?

Si bien HPL (las iniciales de su nombre) se definía a sí mismo como una persona de ciencias, materialista mecanicista y "conservador en cuanto al método y la perspectiva general", la verdad es que en su obra nada o muy poco hay de aquello. La crítica hecha en sus relatos a la estrechez de la ciencia y el racionalismo, lo acerca a un autor admirado por el propio Lovecraft ( y con él la dupla Bergier-Pauwels): Charles Fort. Para ambos, la ciencia es lo que sirve para esconder la realidad primordial, lo que acecha en nuestra mente y que habita en todo eón y en todo espacio; en fin, aquello que constituye el misterio de la vida.

Mas que racionalismo hallamos en Lovecraft gnosticismo. Ya Serge Hutin en su libro "Los gnósticos" lo notaba.

Un problema con que topamos al intentar entender la vida (¿o debiéramos decir las vidas?) de HPL y que se relaciona sobremanera con lo que estamos tratando, es la postura frente a la democracia norteamericana y su supuesta simpatía hacia el fascismo.

Este es un tema difícil, donde la especulación ha llegado a lo más atrevido. No deja de ser llamativo que se haya escrito un texto dedicado especialmente a este asunto:"El libro de Lovecraft", de Richard Lupoff (Valdemar Editores, España, 1992). Hacer preponderantes las ideas políticas en autores no políticos, es algo no muy original en estos tiempos. Piénsese en el inquisidor Victor Farías y su condena al filósofo Heidegger, por citar un solo y reciente caso.

Creemos, sin embargo, que la postura "política" lovecraftiana, la que no deja de ser más que eso, una posición ideológica y no práxica, es demasiado personal para ser encasillada en los totalitarismos de signo fascista. En verdad, corresponde al ideal del noble inglés de los siglos XVIII y XIX o del aristócrata romano. Precisamente el paradigma contrario al representado en el "American way of life", que hoy es universal.

Lovecraft, como algunos escritores (Robert E. Howard, A. Machen yC.A.Smith, son otros casos paradigmáticos), hace de la fantasía un arma para arremeter contra el mundo moderno. La fantasía (que no es lo mismo que evasión) es uno de los grandes poderes y posibilidades de la literatura, que tiene como nota característica la facultad de crear o revivir el mundo que deseamos. De inmediato surge la interrogante acerca de cuál es el mundo anhelado por HPL. Del todo cierto es que no es el mundo descripto en "El llamado de Cthulhu" (1926) o en "El modelo de Pickman" (1926) - aunque sin embargo, estos escritos nos aportan elementos de la crítica lovecraftiana: el primero es un ataque a la frágil seguridad en la que vive la sociedad actual; y el segundo hacia la idea de que "sólo existe lo que vemos"- .

 

El mundo soñado por el escritor de Providence es el que describe en sus obras "dunsanianas" (el neologismo hace referencia a la influencia que dejó en HPL el decimoctavo barón Dunsany, escritor de una poética fantasía) como "Los otros dioses", "El árbol", etc., y en aquellos cuentos más propiamente "lovecraftianos" como "La poesía de los dioses" y el mágico relato "La llave de plata". En este último, HPL escribe: "Pero cuando comenzó a estudiar a los filósofos que habían derribado los viejos mitos, los encontró aun más detestables que quienes los habían respetado. No sabían esos filósofos que la belleza estriba en la armonía, y que el encanto de la vida no obedece a regla alguna en este cosmos sin objeto, sino únicamente a su consonancia con los sueños y los sentimientos que han modelado ciegamente nuestras pequeñas esferas a partir del caos".

Donde la visión antimoderna alcanza mayor intensidad es en el relato, casi desconocido, intitulado "La Calle", que trata de las etapas en la vida de una calle determinada, la que finalmente toma venganza contra los hombres por el olvido de las tradiciones. El amor por las costumbres coloniales y la tristeza por lo que ha impuesto el vertiginoso devenir, es descripto de forma que no deja dudas sobre el pensar de Lovecraft. También en "Él" la visión del futuro es apocalíptica. Lo queHPL trata en "La Calle" se transforma en "Él" en la historia crepuscular de una ciudad: New York. Anotemos de paso que la descomposición de entidades colectivas - una calle, una ciudad- recuerda "La Caída de la Casa Usher" deEdgar A. Poe.

Lovecraft será un outsider ( como el personaje del cuento lovecraftiano de idéntico nombre, escrito en 1921). Quizá esto lo hará percibir procesos políticos, económicos, y por sobre todo, espirituales, que los demás no pudieron vislumbrar. Y esto lo expresará con una terrible fuerza: "Todos los ideales de la moderna América - basados en la velocidad, el lujo mecánico, los logros materiales y la ostentación económica - me parecen inefablemente pueriles y no merecen seria atención".

Como otros dos colosos de la literatura fantástica, Poe y Machen, Lovecraftsufrirá el desconocimiento de sus compatriotas y de su tiempo. Al igual que los escritores señalados sólo será reconocido décadas después de su muerte y en la lejana Francia, cuna de otro mago: el poeta Baudelaire.

Lovecraft, lúcido como siempre, había dicho en "Él": "Pues aunque me he calmado, no puedo olvidar que soy un intruso; un forastero en este siglo y entre los que aun son hombres".

© 2003 Sergio Fritz RoaE-mail: sergio_fritz@yahoo.com

URL de esta página: http://www.angelfire.com/zine/cas/moder.html

 

(Publicado originalmente en revista "Ciudad de los Césares", N° 46. Invierno de 1997. Santiago de Chile, p. 25 y 26. La presente versión posee algunas modificaciones) 



A continuación se levantó Homero, el más antiguo de los bardos, tomó su lira y cantó un himno a Afrodita. Marcia no conocía una sola palabra de griego; sin embargo, no llegó el mensaje en vano a sus oídos> pues el ritmo oculto contenía aquello que habla a los mortales y a los dioses, y no necesita de intérprete.

Y lo mismo ocurrió con las canciones de Dante y de Goethe, cuyas palabras desconocidas surcaron el éter con melodías sencillas de leer y de adorar. Y por último se entonaron acentos que la joven recordaba. Era el cisne de Avon, en otro tiempo dios entre los hombres, y ahora entre los dioses:

Escribe, escribe, que del curso sangriento de la guerra, Queridísimo señor, tu querido hijo pueda huir; Bendito sea en casa, en paz, mientras yo, lejos de él Con celoso fervor su nombre santifico. Y sonaron acentos aún más familiares cuando Milton, recobrada la vista, declamó con inmortal armonía: Que tu lámpara, a la medianoche, Se vea en alguna torre solitaria, De donde pueda yo vigilar la Osa Con el triplemente grande Hermes, o haz Que al espíritu de Platón desvele Qué mundos, qué vastas regiones contiene La mente inmortal, que ha olvidado Su mansión en este refugio de carne. Que alguna vez la tragedia espléndida Con cetro y bajo pallo desfile, Presentando a Tebas, o la estirpe de Pélope, O la historia de Troya divina. Por último se alzó la voz joven de Keats, el más próximo de los mensajeros al pueblo hermoso de los faunos: Dulces son las melodías escuchadas; pero aún son más Las no escuchadas; por tanto, dulces flautas, seguid... Cuando, vieja, esta generación termine, Seguirás tú, en medio de un dolor Ajeno al nuestro, amigo del hombre, a quien dijiste «La belleza es la verdad; la verdad, belleza»; eso es Cuanto sabes en la tierra; cuanto necesitas saber.

Al terminar el cantor se oyó un sonido traído por el viento que venía del Egipto lejano, donde llora de noche Aurora junto al Nilo a su Memnón asesinado. A los pies del Tonante se echó la diosa de dedos rosados; y arrodillada, imploró:

«Señor, es hora de abrir las Compuertas de Oriente.» Y Febo, tendiendo su lira a Calíope, la Musa a la que había desposado, se dispuso a partir con destino al Palacio del Sol, erigido sobre columnas y resplandeciente de joyas, donde se agitaban los corceles ya enganchados al dorado carro del día. De modo que Zeus descendió de su trono de la caverna, y posando una mano sobre la cabeza de Marcia, dijo:

-Hija, el amanecer se acerca; conviene que regreses antes de que despierten los mortales de tu casa. No llores por el vacío de tu vida, porque pronto desaparecerá la sombra de las falsas creencias, y otra vez los dioses andarán entre los hombres. Busca sin descanso a nuestro mensajero, y encontrarás el consuelo y la paz. Su palabra guiará tus pasos hasta la felicidad, y en sus sueños de belleza encontrará tu espíritu aquello que anhela.

Cuando Zeus hubo terminado de hablar, el joven Hermes cogió suavemente a la doncella y la elevó hacia las pálidas estrellas, en dirección a Occidente, sobrevolando mares invisibles.

Han pasado muchos años desde que Marcia soñó con los dioses y con el cónclave de su Parnaso. Esta noche se encuentra sentada en el mismo amplio salón, pero no está sola. Ha desaparecido el viejo espíritu de la inquietud, pues junto a ella hay alguien cuyo nombre resplandece de celebridad: es el joven poeta de los poetas, a cuyos pies se sienta el mundo entero. Está leyendo palabras manuscritas que nadie ha oído aún, pero que cuando se escuchen traerán a los hombres las fantasías que perdieron hace siglos, cuando Pan se tendía a dormitar en Arcadia, y los grandes dioses se retiraban a descansar a los jardines de lotos, más allá de las tierras de las Hespérides. En las sutiles cadencias y ocultas melodías del bardo, el espíritu de la doncella había encontrado al fin el sosiego, pues transmitían las más divinas notas del Orfeo tracio; notas que conmovían a las mismas rocas y a los árboles de las riberas del Hebro. Calla el cantor, y espera con ansiedad un veredicto; aunque, ¿qué puede decir Marcia, sino que la melodía es «digna de los dioses»?

Y mientras ella habla, le llega otra vez la visión del Parnaso, y el sonido lejano de una voz poderosa que dice: «Su palabra guiará tus pasos hasta la felicidad, y en sus sueños de belleza encontrará tu espíritu aquello que anhela.»

H.P. Lovecraft (1890-1937) Anna Helen Crofts (¿?)    

 


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