Marcha de San Lorenzo
La
emancipación de América Tras esta fulgurante
carrera en el ejército español, y poco después de estallar la revolución emancipadora en América,
San Martín, que había mantenido contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento
independentista, reorientó su vida hacia la causa emancipadora. El sentimiento de su identidad americana y su ideario
liberal, desarrollado en el clima espiritual surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas
e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de su patria. Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría,
junto con Simón Bolívar, en una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación
americana. Solicitó la baja en el ejército español y marchó primero a Londres (1811), donde permaneció
casi cuatro meses. Allí asistió a las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de
Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines: la
independencia y organización de los pueblos americanos. Desde
Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde esperaba que su experiencia militar en numerosas batallas le
permitiese rendir excelentes servicios al ideal que animaba a su país. A causa de sus veintidós años
de servicio en el ejército realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes; pero, ante la debilidad militar
del movimiento patriota, la Junta gubernativa le confirmó en su rango de teniente coronel de caballería y le
encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, al frente del cual obtendría la victoria
en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813). El
mismo año de su llegada había conocido en una tertulia política a la que sería su esposa y compañera,
doña María Remedios de Escalada, con quien contrajo matrimonio enseguida, el 19 de septiembre, en la catedral
porteña. En 1813 renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en 1814 aceptó sustituir
a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por sus derrotas. El duro revés que
Belgrano había sufrido en Vilcapugio y Ayohuma a manos de los realistas cerraba prácticamente las posibilidades
de avanzar sobre Perú, al tiempo que hacía vulnerable esa frontera, cuya custodia encargó a Martín
Miguel de Güemes, caudillo de Salta. La gesta
de los Andes Incómodo ante las suspicacias
bonaerenses, y de acuerdo con sus compañeros de la logia Lautaro, José de San Martín pensaba que todos
los esfuerzos debían orientarse hacia la liberación de Perú, principal bastión realista en América.
Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia), empezó a madurar su plan de conquista de Perú desde
Chile; con este objetivo obtuvo la gobernación de Cuyo, lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y
preparar desde allí su ofensiva. Mientras tanto,
en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían unido sus fuerzas para sostener la estratégica
ciudad de Rancagua; con su derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena del periodo denominado
la Patria Vieja (1810-1814). La caída de la Patria Vieja y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó
los planes de San Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado; era prioritario, pues,
liberar Chile. San Martín decidió
apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de invasión que sería aprobado por los gobiernos de
Gervasio Antonio de Posadas y de Juan Martín de Pueyrredón. En Mendoza, durante tres años (1814-1817)
y con pobres recursos, San Martín organizó pacientemente el ejército con la ayuda de la población
de los Andes; a la empresa se sumó también con celo su esposa, doña Remedios, que entregó sus
joyas para aliviar en algo las penurias de los patriotas. En 1816 esta abnegada mujer dio al general su única hija,
Merceditas, que sería el bálsamo de San Martín en su solitaria vejez. Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar un giro
nuevo a la guerra, en el momento más difícil para la causa americana, cuando la insurrección estaba vencida
en todas partes con excepción de la Argentina. Su objetivo era invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes, y
su realización, en sólo veinticuatro días, constituiría la mayor hazaña militar americana
de todos los tiempos. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al
mando del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea
constituida proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que declinó
en favor de O'Higgins.
DESDE EL BRONCE Al
Libertador de Argentina, Chile y Perú, Gral. José de San Martín Nos ve pasar desde el
pétreo pedestal que
lo sostiene en su mutismo de
bronce detenido erguido el torso en
su caballo de pelea presidiendo en
medio de la plaza la rutina cotidiana. Señala el Ande que un día remontara altivo cóndor de vuelos libertarios para cortar la real cadena que oprimía a medio continente. Medito ante tu augusta sombra San Martín venerado Padre del Pueblo Argentino con una lágrima doliente la misma que brota de tus ojos desvelados. Escucho tu voz vibrando en el espacio y respondo a tus preguntas mudas: No fuimos los celosos custodios de la Patria que soñaste grande y un día nos legaste. De la hidalguía de los patriotas de tu estirpe ya nada queda y una nube de tristeza antigua sobrevuela los cielos ominosa y penetra con pesarosas aguas en el alma. De los hijos que no pudimos seguir tus postulados y sin rumbo aguardamos anclados los pies en miserable grieta que divide a los hermanos y nos aleja del mayor anhelo que latió en tu pecho como un sino y un sagrado mandato ver unida la América que amabas bajo un cielo de libertad y de concordia. Sigue
velando por tu Patria Padre amado que
algún día seremos dignos y libres de cumplir tu sueño . Teresita Morán Valcheff R. Argentina- 17-08-21
|
"Mi sable nunca saldrá de la
vaina por opiniones políticas". "Una derrota peleada vale más que
una victoria casual". "La conciencia es el mejor juez que tiene
un hombre de bien". "Cuando la Patria está en peligro
todo está permitido, excepto no defenderla".
El 17 de agosto se cumple un nuevo aniversario
del deceso del General San Martín, el Libertador de América. En Argentina se le reconoce como el "Padre
de la Patria". En Perú, se lo recuerda libertador de aquel país, con los títulos de "Fundador
de la Libertad del Perú", "Fundador de la República" y "Generalísimo de las Armas".
En Chile su ejército lo ha destacado con el grado de} Capitán General Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria Matorras,
el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española que no tardó en preferir
volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos estados coloniales. En 1784 pasó con su familia a España;
en 1787 ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid, donde aprendió retórica, matemáticas, geografía,
ciencias naturales, francés, latín, dibujo y música. Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en
el Regimiento de Murcia. Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que tendría su bautismo
de fuego en el sitio de Orán (1791), en la campaña de Melilla; trece años tenía entonces el futuro
libertador. Más
tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de las Naranjas (1801), mereciendo sucesivos ascensos por su actuación;
en 1803 era ya capitán de infantería en el regimiento de voluntarios de Campo Mayor. Cuando la invasión
napoleónica de la península dio lugar a la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), su arrojo
contra los invasores franceses en la batalla de Bailén (1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de caballería.
La liberación de Perú Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha indicado, una meta mucho más
ambiciosa, y respondía a la estrategia continental del libertador. Desde esa perspectiva más amplia, la conquista
de Chile era sólo un paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del
continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación del virreinato del Perú,
verdadero centro del poder realista. El mismo virrey peruano Pezuela consideró con lucidez la situación creada
tras el cruce de los Andes y la batalla de Chacabuco, señalando que esta campaña "trastornó enteramente
el estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos para dominar el Pacífico y cambió el teatro
de la guerra para dominar el poder español en sus fundamentos." A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la organización de la gran
escuadra que había de transportar a las tropas libertadoras a Perú. Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar
lo necesario para la campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas
internas del país, cosa que rechazó. A su regreso
a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Mariano Osorio. San Martín
reorganizó las desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio en los llanos de Maipú (5 de abril de
1818); al término de esta batalla, con la que quedaba asegurada la libertad chilena, tuvo lugar el célebre abrazo
entre San Martín y O'Higgins. Aún después de destruidos los últimos focos de resistencia española,
San Martín tuvo que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero, las diferencias políticas y la rivalidad
y envidia de sus enemigos; pero los muchos meses dedicados a la organización de la campaña de Perú acabarían
dando su fruto. Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó
de Valparaíso (Chile) el 20 de agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres, y desembarcó
en la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó una negociación
con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de la Serna, con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821:
el libertador expuso allí su oferta de un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú
y la implantación de un régimen monárquico con un rey español, ofreciendo a La Serna la regencia
interina. Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó Lima y proclamó solemnemente la independencia
(28 de julio), pese a que el ejército realista aún controlaba gran parte del territorio virreinal. Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos gestionaban en las Cortes europeas
el establecimiento de una monarquía, la incertidumbre de su situación militar contrastaba con la consolidación
de Simón Bolívar en la Gran Colombia y la total liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha. Hostilizado
por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas, con su ejército desgastado por
la prolongada campaña y con su poder minado por las disensiones entre los patriotas, San Martín hubo de sostener
una lucha constante. La ocupación de Guayaquil, ciudad
reivindicada por Perú, fue el motivo inmediato de su célebre entrevista con Simón Bolívar (julio
de 1822), en la que había de tratarse el futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto de múltiples
discusiones, pero que sin duda debió de desalentar a San Martín; nada más regresar a Lima, y ante la
creciente oposición peruana a su política, convocó el Congreso y presentó la renuncia a su cargo
de Protector (20 de septiembre de 1822), dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera fin definitivamente
a la dominación española en Perú y en todo el continente. El retiro San Martín había
decidido retirarse; consideraba cumplido su deber de liberar a los pueblos y no quiso participar en las luchas intestinas
por el poder. En octubre de 1822 llegó a Chile; en verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a Mendoza con
la idea de establecerse allí, apartado de la vida pública. Pero las muchas críticas adversas que le atribuían
aspiraciones de mando y el fallecimiento de su esposa lo determinaron a partir en febrero de 1824 rumbo a Europa, acompañado
por su hija Merceditas, que en esa época tenía siete años. Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a Bruselas (Bélgica),
donde vivió modestamente; su menguada renta apenas le alcanzaba para pagar el colegio de Mercedes. Hacia 1827 se deterioró
su salud, resentida por el reumatismo, y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su manutención.
Durante esos años en Europa arrastró además una incurable nostalgia de su patria. Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829. Dos años antes había
ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas para la guerra contra el Imperio brasileño; en esta ocasión,
embarcó hacia Buenos Aires con la intención de mediar en el devastador conflicto entre federalistas y centralistas.
Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de descomposición por las luchas fraticidas que desistió
de su intento, y, pese a los requerimientos de algunos amigos, no puso pie en la añorada costa argentina. Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió
junto al Sena, en la finca de Grand-Bourg. Gracias a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro Aguado, compañero
de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su vida sin vergonzosas estrecheces. En 1848 se instaló
en su definitiva residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en 1850.
|