TODO RENGLÓN SUBRAYADO ES VINCULO
AL CONTENIDO DEL TEMA*
Joseph Berolo 89 años deshojando calendarios
PRESENCIA DE ABUELO.... y
deja que la brisa sabanera acaricie tus mejillas y pinte tu rostro de colores vivos, renovados, y fortalezca tu alma de viajero para el regreso
a la patria.
La noche coqueteaba
con el alba en un retazo cristalino de la claraboya suspendida sobre mi lecho de visitante, escogido a mi gusto
en una de las doce habitaciones de la enorme casona de mi Abuelo. Es sábado- el último de este año
de 1999. Despierto,
escuchando el silencio que se apoderó de su casa desde que se fue, se me antoja creer que el abuelo no está
muerto y pronto habrá de levantarse a recorrer sin ningún apuro, los largos y fríos
corredores de su casona- se ocupará en "calentar" el viejo Renault 4 de caprichoso y escandaloso
arranque, para mortificar a la Abuela y los hijos dormidos- luego, satisfecho de oír el motor apurado y arrítmico,
se irá a destapar la jaula de los canarios que cuelga de un árbol en el patio trasero, la limpiará y
regará alpiste por doquiera, y la tupirá con ramas de nabo fresco y colocará aquí y allá
una que otra tajada de ponqué Ramo mientras los incita a gorjear, con sus quiebros de fumador empedernido;
contento de oírlos y verlos revolotear alrededor de su pequeño hábitat, recogerá el Tiempo
que deja todos los días el voceador del barrio bajo la puerta del garaje-- de paso, no dejará de
hacerle muecas a su perro Runy compañero de travesuras que lo sigue a todas partes con curiosidad de amigo callado
que solo sabe mover la cola para decirle lo mucho que lo quiere. Runy, es testigo de su andanza matutina que siempre
termina en el desván del segundo piso de la casa en donde el abuelo se acomoda a tomarse el primer tinto de los muchos
que beberá más tarde, que él mismo prepara a lo paisa, en olla grande, agua bullente y buen
Excelso.
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Nostalgia de otros amaneceres.
Sentado en su desvencijado sillón colocado en una esquina de su biblioteca desde
donde se divisan los cerros de oriente. Guadalupe. Monserrate , La Calera, egado al primer Pielroja
de los sesenta diarios que se fuma, el abuelo Miguel ensartará coronillas de humo y las verá flotar y
desaparecer. Contemplandolas., El abuelo hojeará el Tiempo, se detendrá a leer los encabezados, y discutirá
como si estuviera presente,, con el editor, las noticias que trae , y para comprobar que
tiene razón, prenderá su enorme TV Sony comprado en Panamá, sintonizado en Caracol y se dispondrá
a discutir una y otra otra vez todos los pormenores de las noticias mientras mira de soslayo con ojos de espera de alguien,
la calle vacía todavía.
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Camino sembrado de nostagia, bajo la lluvia
de recuerdos en el alma. HOY, la sabana está cubierta con un pañolón de angustias metereológicas,
la noche es prematura. Al igual que antes del
viento y la lluvia y la ausencia, fueron los recuerdos los dueños de este día tan especial para quien como yo,
vive en el aburrido exilio de Miami y solo encuentra la Vida en el regreso a la cuna, así sea para cumplir con visitar
a los muertos. Es que en ellos.está
presente lo poco que nos queda de patria.
Por la ruta de pinos y el marco de la cordillera empotrada sobre la sabana,a
cuya sonre crecen los legendarios pueblos de Chía,Cajicá, Tabio , Sopo , y se agita levanta la ventisca de
la Autopista del Norte desbordada de inquietudes rodantes, llegué
a visitar al Abuelo dormido bajo la lápida que le hiciera la conciencia de su socio marmolero. Alli,bajo la pertinaz llovizna, me instalé con paciencia de visitante deseoso de ser atendido largamente. La colcha verde de pasto tupido y maquillado que cubre su lecho eterno,me sirvió de asiento-- imaginé estar en su estudio de Normandía, tomando café a punto, como él decia-
a punto, y hablar de nuestros problemas. Sin llorar por fuera, le reclamé su descuido y falta de vigilancia ante los vándalos que sin su permiso se roban las siempre
frescas flores que adornan su reciento, jacintos y azaleas, rosas y claveles,y se fuman el Piel Roja que le deja prendido la Abuela para que
nunca olvide la causa de su partida.
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La soledad visita el camposanto en este día
y el silencio aturde dispersándose por entre los caminitos de lápidas olvidadas. Cerca al recinto
del Abuelo, bajo el césped muerto, una loza quebrada evoca el abandono de los deudos de quien allí yace; un,
"nunca te olvidaremos" lanza lágrimas de mármol- mentirosa prolongación de un amor jurado,
enterrado en perspectiva vertical sobre la osamenta del olvidado. No así con el Abuelo. Dispuesto siempre está
con las más bellas flores- un arco iris de claveles colocado en un florero de marmol bien anclado, por
aquello del pillaje. Cumplí con las letanías y el rosario completo, y tras de largas discusiones y presentación
de problemas y traéme esto y llévame aquello, nos despedimos a eso del mediodía con un Hasta
Pronto, Abuelo, porque el Adiós ya no cabe entre nosotros.
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Siguiendo su consejo para el regreso,
llegué al Mirador de La Calera. Me previno, eso sí, de la neblina. Esa neblina fúnebre que baja de la
cordillera y que persiste como persisten las balas y la miseria sobre la ciudad atormentada y tenaz en su empeño de
crecer bajo la sombra de la guerra que ronda los caminos de la patria. Quiso el abuelo que viera a Bogotá desde la
altura de sus cerros, como él lo hacía desde el balcón de sus madrugadas de patriarca alejado
del mundo citadino. "Ve allí y retrata su paisaje de penas,respira su esencia sabanera, ora como ora todo colombiano
por la paz de las conciencias,llena tus pulmones del viento bogotano, y deja que la brisa sabanera acaricie tus mejillas
y pinte tu rostro de colores vivos, renovados, y fortalezca tu alma de viajero para el regreso a la patria. Entona
tu cuerpo con el beso de amor de tu ciudad nativa.Así podrás regresar a tu Hueco en Miami con pasaje de
regreso--que sin venir a querer a nuestro Bogotá, como te pido que lo hagas, tu ciudad habrá de borrarse y perderse
de tu memoria cuando sin llevarte algo suyo pierdas la razón y destruyas la esperanza de volver para habitarla eternamente.
(Promesa Cumplida, Abuelo. Miami Enero 9 del año 2004)
Desde Colombia, desde la Luna Chía, como suelo llamar esta esquina de mi sufrida
patria donde habitan los recuerdos que agigantan mi soledad- con la esperanza de llenarla con un poco, solo un poquito de
alegría, mientras llega la hora del regreso definitivo .Joseph Berolo 1o. de Enero 2000
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Robles fueron ...Cuando levanto mis ojos hacia
el horizonte de la vida, siempre veo dibujada sobre el amplio panorama del recuerdo. la imagen de mis antepasados,
mis padres, mis abuelos...sus hermanos... robles precursores de mi vida, seres nobles y generosos, raíces de tantas
vidas, referente de tanta historia. Cuando levanto mis ojos hacia el horizonte de la vida, veo abierto el libro de su historia
y la releo y siento palpitar en cada línea. su alma y su legado de pioneros de mi propia vida. Cuando levanto
los ojos hacia el horizonte de la vida, contemplo el paisaje desdibujado por el tiempo, de ese tiempo suyo que los vio nacer,
y el rápido pasar de su existencia, sin haber podido comprender el por qué no estuvimos siempre prestos a compartir
sus agonias. ¡Oh Dios! Creador de toda vida! Cuán lejos estuvimos de ser su apoyo y su consuelo. Imperiosa
necesidad es la mía para poder vivir en paz, de recordarlos y decirles lo que siento en esta lejanía donde
me habita la tristeza de su ausencia, la falta de su abrazo, el calor de sus manos trabajadoras, creativas, generosas
y gentiles que laboraron en todos los eriales del Señor y construyeron su haber humano y espiritual con honor y con
nobleza. Me queda solamente creer en renovadas huertas y esperar que en mis hijos y los hijos de sus hijos, continúe
el legado de esos robles que nos precedieron y dejaron sembrados en nuestras vidas sus valores, su fortaleza y su grandeza
espiritual.
Una guitarra con eco campesino
suena en algún lugar de la comarca. Quiero creer que la rasga la nostalgia, y con sus cuerdas, construir un puente
y cruzar el mar de olvido que nos separa, y llegar a sus remotos puertos y allí, al pie de la ventana de sus nidos,
entonar la serenata debida a la eternidad de los viejos robles y al futuro de los nuevos. Joseph Berolo
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