Recordemos El hombre es un ser de virtuosismos, de dotes y fortalezas geniales, a
veces todos juntos salen triunfales, y
otras veces se van sobre sí mismos. Si demando brioso y vocifero no es por rencor, ni desencanto, sino
porque hay un dulce llanto que no gime,
no brama y que no quiero. Y no seré, tal vez, de su mismo lecho, ni el más amado... ¡ni aquel que calla! yo soy el fuego que arde y que estalla si ve una llama oprimida en algún pecho. Por eso ahora he de promulgar lo que debió ser, pero no ha sido, lo que fue bueno, pero es olvido, lo que el hornero no aprendió a cantar: Yo te pido este momento, sin ningún mal, con mano feble pero firme, y te prometo que antes de irme te habré dado todo para el final. Y si alguna vez te ha tocado pedir algo, y con eso el sinsabor... ¡yo te mando a que pidas sin temor! y te enseño a que devuelvas sin enfado. Devuelve cada céntimo pedido, sin oscilar, si dudar, sin ser avaro; esa mano que te dio ha sido amparo, quiso serlo, lo fue, y ha perdido. Jamás traiciones al que sació tu hambre, al que puso una brasa en tus inviernos, al que puso el agua en tus avernos, al que vistió tu corona de alambre. Aprende a sobrellevar la pesadumbre, el luto, el adiós, y el desengaño. Aprende de la angustia: a estar huraño, y trasciende hacia una mejor cumbre. Debemos anegarnos de alegría y aprender a morar en cada cosa. ¡Debemos desechar esa mirada juiciosa que nos moldea la vil algarabía! Debemos aprender a ser felices, a mirar el cielo, a caminar las calles, a que los sueños no se acaban porque falles ni las palabras se terminan porque dices. Aprende a perseverar, aprende a caer, aprende a permanecer inamovible, incrustado en tu ideal impasible, ¡sé una hoguera que arde por arder! Persiste como se debe, desenfrenadamente, sin que tu inmensa voluntad sucumba. ¡Del tesón inaudito a la tumba nos iremos con el fulgor sobre la frente! No engañes al que te ama, por amarte, no lo hieras, no lo difames, no lo ultrajes, al que puso en tu dolencia los brebajes por amarte, simplemente... por amarte. Ama al que te ama con fervor, dale tu hoy y tus días venideros; ¡y tu pasado, tus rastros por enteros al que te odia o se ufana de tu amor! Ama como amante... con pasión. Dale tu estar, tu amor, y tus silencios, dale tu mano, tu fe y tus anhelos, tu infinitud, tu eternidad, tu devoción. Aprende a agradecer por ser amado, agradece por cada minuto de tu vida, por el cielo, el suelo, y la comida, por la familia, y el aire respirado. Yo sé que es difícil ser agradecido cuando se esmeran tanto en poner lo que no podemos tener, como
si ya estuviera impartido. Yo sé muy bien que es complicado, ¡mas no temas! Solo hay que respirar, que devolver, que agradecer, que amar... como se debe, como te lo he recordado. ¡Ponte a soñar, a persistir, a tener con la vida tal galanura...! y te aseguro que vendrá la añadidura que mereces. No habrá nada que impartir. Para mirar a Dios, para palparlo, no hace falta buscar la gloria, ni perseguir a la paloma migratoria para ver un milagro, para buscarlo. Ve y ponte frente al espejo profundo: para mirar a Dios, has de mirarte, ¡para ver un milagro, has de buscarte en donde mismo estás a cada segundo! Por eso es que los hombres como Cristo siempre nos parecen algo muy lejano, y pensamos que es inútil, que es en vano, pero aquí es donde yo insisto: Cristo es todo aquel que comprenda el desvío depravado de la humanidad, y quiera redimirlo para la posteridad sin importar el coste de la senda. Si siempre te levantaras con más altura una vez más cuando la vida te voltea, deberías morir en el cielo aunque sea por mera obligación o investidura. ¡No es que el mundo sea un gran desdén, ni que el Mal sea el único legado! ¡Es que simplemente se nos ha olvidado cómo hacer las cosas bien!
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