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La Eterna Fundación de Bogotá-- I de 4 partes La "Mui noble i mui leal" Villa de Thzaquillo, Ciudad de los Reyes de Bacatá, léase Bogotá, dicen los historiadores y lo aprendimos de pipiolos, en Henao y Arrubla, cuando estudiar historia patria era tan mandatorio como lo era aprenderse de memoria el catecismo del Padre Astete, que Bogotá fue fundada dos veces: La primera, el 6 de Agosto de 1538, y la segunda, el 29 de abril de 1539. Oprima este mensaje >> Visite, Viva y Sienta La "Villa" Bogotá, cumple por estos días 465 años de existencia-- 8 meses y 23 días más o menos de diferencia entre una y otra de las fechas descritas-- aunque no fue sino hasta el 5 de julio de 1540 cuando naciera a la vida jurídica al recibir de de su Majestad, El Emperador, y por Real Cédula dada en la Villa de Madrid, el nombre de Ciudad de Santafé .Quien esto escribe, acaba de regresar de Bogotá. Hoy, renovado el cachaquismo con la visita, añorando el asueto, estoy de nuevo aquí, en este rincón miamense que se me antoja bogotano para poder gozarlo más, soñando palabras para escribir en su cumpleaños sobre Bogotá, definitivamente Bogotá, pese al designio de la Asamblea Nacional Constituyente del 91, de llamarla Santafé de Bogotá. La Villa, aquel asentamiento primitivo de doce chozas de paja y una pequeña iglesia, fue bautizada con el nombre Santafé, por su fundador, Don Gonzalo Jiménez de Quesada, en homenaje al campamento desde donde los ejércitos de los Reyes Católicos lanzaran el último ataque durante el sitio de Granada y expulsarán de la Peninsula Ibérica a los monarcas moros. Creo que si Don Gonzalo, pudiese ver su obra, no haría otra cosa que alzarse, algo irritado, de la cripta donde reposa en la Catedral Primada sobre la Plaza de Bolivar -- levantada según se dice, en el mismo lugar donde fuese erigida la primer capilla de la Villa -- y reclamar de nuevo sus derechos como Adelantado y defensor que fuese y a porfía de aquella cuna, origen de tantas calamidades, conflictos y prodigios. Resulta que Bogotá fue fundada en medio del despojo de sus riquezas y las ambiciones militaristas de sus fundadores. Regresemos a esa hora. Quesada maneja miltarmente el humilde caserio apostólico recién establecido al pie de la Sabana de los Dioses; la Villa, con un destino capitalino ya trazado en los concilios de los conquistadores andinos, se ha convertido en cabecera de playa del colonianismo español. Tiene que defenderse de otro conquistador, el alemán Nicolás de Federman que avanza con sus hombres hacia la Villa desde un lugar llamado Pasca; tras de Federman se esconden los inversionistas tudescos de la Casa de Wesler, un emporio financiero europeo, también en plan de conquista, no menos avasalladora, la económica: El Dorado imaginado por todos los aventureros del mundo conocido, desde Marco Polo, y definitivamente comprobado en especie por Don Cristobal Colón, está allí, envuelto en la neblina de los cerros de la sabana y cuelga de las gargantas de las princesas indias, adorna el pecho de los nobles caciques, y cubre de dorado brillo los altares de los dioses chibchas. Por otros lados se acercan provenientes del Perú, las fuerzas de Don Francisco Pizarro, encabezadas por el capitán don Sebastián de Belalcázar, poderoso señor fundador de Quito, Popayán y Cali. Conquistadores estos, Adelantados de otros dominios, cuya única ambición es la de ser, uno de ellos, el primero en encontrar su propio Dorado. En entonces cuando Quesada, rodeado de caciques y con gran despliegue militar y numerosos guerreros, marcha al encuentro de Federman en un lugar llamado Bosa, al sur de la Villa. Allí, se enfrentan los caudillos; allí hablan y acuerdan y beben chicha juntos, y disfrutan de los encantos de las nativas; fue así, entre totumazos y en currutaco o desguarambilado porte, y un regalito de ¡diez mil pesos oro!, que el muy apuesto y aguerrido alemán reconoce al Adelantado sus derechos, y se marcha a buscar mejor suerte y gran destino por los lados de una región asombrosa y próspera que un día sería llamada Antioquia. Igual alivio concede Belalcázar ante los regalos de esmeraldas y de sal que le entrega Quesada. En febrero de 1539 entran a Santafé esos tres grandes y magníficos ejemplares de la conquista española; todo sucede de acuerdo con los reclamos de Quesada; todo es fiesta, y cacerías de zorras y justas de caballeria en las verdes praderas de la sabana; como transfondo, prospera nueva vida bajo los pinos y los sauces a orillas del Bacatá; se llena la planicie de aires de conquistas amorosas, y surten la sabana, de buenas nuevas, los deslices de conquistadores varoniles y muy chirriados, en tiernos himeneos con las opulentas nativas, el verdadero seno maternal, tantas veces violado, de toda nuestra raza. Asi fue fundada nuestra Bogotá. No solamente con chozas e iglesia, y plaza de armas, sino con todo lo que puede sembrarse en una tierra noble y rica como es nuestra "Villa". Como en 1538, sigue siendo sabanera, de rica tierra negra, húmeda, cautivante. Nuestro Bogotá-- tibia entraña y rincón nuestro muy amado, pese al frio feroz de sus mañanas y la estéril semblanza de los páramos y serranías aledañas-- viene preñada desde su cuna, de aventura y porvenires; ella viene de siempre, camina hacia siempre, ebria de futuro, enamorada de lo bueno, invadida por todo lo malo, pero preocupada eternamente sobre cómo renovarse, defenderse, y crecer, y fundarse una y otra vez. |
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