CONSEJO DIRECTIVO JOSEPH BEROLO CECILIA LAMPREA DE GUZMAN CRISTINA MONTERO GLORIA INES CURREA ISABEL ESPINOSA PEÑA VIDA Y OBRA- LIONEL HENRIQUEZ BARRIENTOS MIEMBROS FUNDADORES Estella Del Carmen Fuentealba Ojeda Nacida el 3 de octubre de 1964 en Valdivia, casada y madre de dos hijos. En 1970 a los 5 años de edad dio sus primeros pasos hacia la educación, cursando el primer año al quinto año de enseñanza básica en una modesta Escuela de población, la número 186, allí tuvo el primer contacto con la literatura y especialmente con Gabriela Mistral, pues a sus cortos 5 años recita por primera vez frente al público del colegio un poema de ella. El sexto al octavo año de enseñanza básica los cursa en la Escuela de niñas número 5 México, Valdivia. Y su enseñanza media de primero a cuarto medio la realiza en el Liceo de Niñas, hoy Liceo Santa María la Blanca, de Valdivia. Terminando sus estudio medios a los 16 años. Después de esto es cuando se dedica en pleno a la literatura, especialmente a la prosa (narrativa) teniendo siempre desde hace muchos años el deseo de traer al mundo, historias que la acompañaban. Estaban siempre presentes como motivadores escritores como: Gabriela Mistral, Gustavo Adolfo Becquer, William Shakespeare, Oscar Castro, Luis Durand, Miguel de Unamuno, Hans Christian Andersen, Alicia Morel, etc. Más tarde estudia la carrera de secretariado Bilingüe, durante este periodo gana el concurso semana de la carta con su trabajo "Llamado a la Primavera" escrito en 1984, luego el cual fue publicado el viernes 2 de noviembre del mismo año, en el Diario, 24 horas Especial, Valdivia. Nunca ejerce su profesión pues le da paso al trabajo de madre y dueña de casa a tiempo completo, pero sin dejar de lado su querida literatura y pintura, con los que se nutre y respira cada día. Años más tarde hizo un trabajo en homenaje a su querida Valdivia en su cumpleaños número 458 el 2010 llamado "María Blanca" pero fue publicada el 11 de febrero del 2011, en su cumpleaños número 459. En el Diario Austral de Valdivia. Luego participo en la Antología "Valdivia en Letras" en el año 2010 de la Sociedad de Escritores de Chile "Federico García Rival" filial Valdivia de cual es miembro activo, con su cuento "El conejito Manchitas" escrito el año 2001. También participa en la Tercera Antología de Prosistas y Poetas Valdivianos" en el año 2012 de esta misma institución con "María Blanca" escrita en el año 2010, y el cuento "Las aventuras de la pequeña Aurora" escrito en el año 2011. Ha participado activamente en itinerancias literarias como integrante de la SECH filial Valdivia en colegios y Escuelas Rurales y Valdivianos. También ha participado en el taller de la SECH filial Federico García Rival Valdivia, con la poeta Valdiviana Teresa García Mancilla. Taller del mes del libro en la primera feria del libro de la Universidad San Sebastián de Valdivia año 2013, con el poeta y narrador Puerto Montino don Harry Vollmer, y el taller con el poeta Venezolano Jhon González. Además ha escrito muchos otros cuentos, llenos de fantasía hermosa, naturaleza, novelas, poemas que dejan profundas reflexiones y sentimientos que llegan al corazón. Algunos son: "Vida" escrito en 2010, "Milagro" año 2010, y un cuento llamado "La lección de Alelí" escrito el 2003, poema "Papito" que es un regalo de un pequeño hijo (a) a su padre escrito el año 1990. Estos trabajos aun no han sido publicados. También como pintora a participado en exposiciones, pero en especial en el XXV Salón de Otoño Pablo Flandez Mena en el 2011, con su trabajo en técnica en tinta china (Puntillismo en color). Y en el XXVII Salón de otoño Pablo Flandez Mena en el año 2013, con su trabajo en óleo en tela llamado "Frutas del Alma". (Romaní. Col.,central)   ROMANÍ Estella Del Carmen Fuentealba Ojeda Hace muchos años se escribió una bella historia de amistad y amor, en un país verde, en donde existían hermosas flores y aire puro, y los días eran de las aves que alegre jugueteaban en el cielo, recorriendo la tierra con sus cantos y gorjeos desde que salía el sol en la mañana, hasta la tarde cuando él se perdía. Luego llegaba con paso lento la noche, con su manto oscuro y sus cantantes favoritos, como los grillos, las chicharras y los sapitos croando bajo la luz de la luna. Sin embargo, una noche reino el silencio en aquél lugar, como nunca había ocurrido, y solamente la fuerte voz del viento se escuchaba a lo lejos, él recorría los senderos ahora desiertos, e iba como el gran vigilante del lugar. De pronto algo cambia nuevamente, y se escucha el llanto desesperado de una criatura que lloraba con tanta desdicha, nada lo hacía dormirse, o callarse por un momento, interrumpiendo el sueño de los demás. Un árbol que por allí vivía, de pronto se preguntaba: -¡Tendrá frío aquél que llora! ¡O hambre! ¡O le falta cariño! ¡Dónde esta aquella madre que no ve lo que pasa! ¡Que no le da lo que le falta! Así pasó la noche aquél con su llanto, y el pobre árbol con sueño, sin poder cerrar los ojos. Pero luego llegando el día, él ve al que lloraba tanto, allí estaba con su ropita rayada y suave como el algodón, y con su guatita blanca como la leche, este era un bebe de gato. Y ahora estaba allí calladito, observándolo todo, era pequeñito, que apenas caminaba, el viento fuerte a ratos lo botaba, pero ahora no lloraba, había luz, ya no tenía miedo. Al árbol le toco el corazón aquél pequeño, ya no estaba enojado, y en ese instante entendió el porqué de su llanto de aquella noche, y luego sintió cariño, quería protegerlo, él no tenía a su madre, lo habían alejado de ella, aquél lugar no era su casa, allí se sentía solo, porque no conocía a nadie. De pronto sus ojitos miraron al viejo árbol, y este que a su vez lo observaba, enseguida le habla: -¡Hola pequeñito! ¡Te sientes contento ahora! Y él se asusta y se pone a llorar nuevamente. -¡No, no llores! - Le dice el árbol. ¡No quiero que llores más! ¡Te puedes quedar a mi lado, yo te acompaño! Y después de un momento el gatito se calma, más tarde ya parecía entenderlo, luego tenía confianza, y ronroneaba a su alrededor, acariciando con su cuerpecito la piel del viejo árbol, entregándole así, su cariño y agradecimiento de bebe felino. Aquél día, allí junto a él se queda, sintiéndose protegido por aquel gigante, y pasa toda la noche arrolladito al lado de sus pies, olvidándose del miedo por la oscuridad. Por su parte el árbol se saca parte de su ropa, y con ella lo cubre para protegerlo del frío. Así pasan los días y las noches juntos, y el gatito inventaba juegos con un palito o una rama, o perseguía una mariposa, o un saltamontes. Parecía un niño curioso y juguetón, lleno de vida, observador y deseoso de cariño. Por su parte el árbol lo miraba con gran paciencia y mucha alegría, aconsejándole siempre para que no se alejara mucho de su lado. Así estuvieron los dos por bastante tiempo, hasta que un buen día, de pronto, aparece por aquel lugar, un hermoso gato blanco, de edad, ya mayor, quien se acerca al pequeñito con toda confianza, y le pregunta: -¿Cómo te llamas? - Pero él lo mira y le dice en su idioma: -Miau. Luego una voz fuerte le contesta: -Él aún no sabe hablar, hay que enseñarle. ¡Yo no puedo hacerlo! ¡No soy de su especie! -¡Y su madre! Dice él. -Lo alejaron de ella hace mucho tiempo, por eso necesita cariño, y que lo guíe alguien en la vida. ¡! Es tan pequeñito! Antes estaba muy triste, lloraba todas las noches, a mí no me dejaba dormir ni cinco minutos. ¡Mis ojos tenían grandes ojeras! Y el gran blanco lo observaba por un momento, y ve que está muy quietecito a su lado, parecía mentira, que tiempo atrás él había estado triste. Y el árbol de pronto le dijo: -Podríamos ponerle un nombre. ¡Qué te parece! Yo aún no había tenido tiempo para pensar en uno. -Bueno, busquemos un nombre para él. Y piensan en silencio los dos, y luego el árbol dice: -¡Guatita blanca, podría ser! -No, guantes blancos, por sus patitas- Dice el gran blanco. -Plomo- Agrega el árbol. -No, mejor ROMANÍ. Por sus rayas de romano. -Sí, me gusta, ese será su nombre- Agrega el árbol. Y el gran blanco le dice al pequeño en su idioma. -Tu nombre va ha ser Romaní. Y él logra entender, y corre feliz. Desde ese momento ahora los tres siempre juntos compartían la vida, y el gran blanco, con paciencia, como un padre a su hijo, le enseñaba a jugar, a comer, a defenderse, y también a hablar como todos los de su especie, y en las noches miraban juntos la luna y el cielo estrellado. En el día corrían en las pampas verdes, junto a las mariposas, y a los pajaritos que danzaban felices en el cielo. Ahora él estaba contento con su amigo y su padre, nunca más se sintió solo, nunca más lloro, y a medida que el tiempo pasaba, Romaní crecía, se hacía grande y fuerte. El gran Blanco lo miraba, y se sentía feliz por tenerlo a su lado, por haberlo adoptado como a su hijo, y por haberle enseñado tantas cosas, que siempre le serían útiles para su vida. Con esas enseñanzas, Romaní, ya se sentía grande, y a veces se iba solo a explorar por otros caminos, entonces el gran blanco se preocupaba, pero el árbol le decía: -No tengas miedo, tú lo enseñaste bien, nada le pasará. Debe enfrentar la vida, y defenderse solo, porque después nosotros no estaremos con él para ayudarlo, ni aconsejarlo. -Sí, tienes razón, lo dejare libre. Entonces los dos, se quedaban mirando, hasta que se perdía a lo lejos. Pero un día, cuando se iba de paseo otra vez, aparece de pronto otro gato blanco, este era de su misma edad. Con el tiempo ambos se hicieron buenos amigos, y fue él, ahora, su compañero de juegos, con quien jugó de igual a igual. Por su parte, el gran blanco ,con el tiempo se fue envejeciendo, y al ver feliz a Romaní, se empieza a alejar de apoco, hasta que un día, él se va para siempre, quedando ahora Romaní con su nuevo amigo, y con el antiguo árbol, que aún lo cobijaba, y lo acompañaba, él estaría allí hasta el final. Y observaba en silencio a Romaní, ya era un niño grande, pero siempre juguetón y valiente, que defendía su terreno como un gran felino, marcando territorio, y despejando su casa de extraños, alrededor de su amigo, el árbol. Y en las tardes, se sentaba a recordar con cariño al que fue su padre, al que le enseño, no lo iba a olvidar nunca, lo tendría en su corazón y en su mente para siempre. Más tarde el pequeño de ayer, ahora era adulto, y un día, de pronto, se vio corriendo por las pampas verdes, bajo el sol y la lluvia, y junto a su padre el gran blanco reía.