Largo y azaroso fue y es aún el camino que Wilson Darío Rodríguez Barrera viene transitando desde cuando con solo 18 años quiso servirle a la patria, entonces y por siempre. 
Lleno de confianza en sí mismo, buen hijo, buen hermano, colombiano de pura cepa, Wilson confía en la sociedad humana a cuyo servicio como Infante de Mariana en la Armada Nacional, se dedicó sin condiciones otras que las de cumplir su promesa de hacerlo, Ayer, hoy y siempre. Nacido para amar la vida y entregarla a la más alta de las causas, la divina del Creador, Wilson fortalece sus valores humanos con la riqueza de su Fe cristiana para hacerse merecedor de la Felicidad. 
Lejos estaba este joven comprometido consigo mismo, y su deseo de alcanzarla, de vivir las experiencias militares y civiles que se narran en esta obra tejida a lo largo de los días transcurridos desde cuando juró bandera el viernes 14 de julio de 1989 con la esperanza de obtener su libreta militar con el sello de conducta excelente. Excelente ha sido desde sus días de Infante activo. En uso bien ganado de su retiro de la vida militar. Año 2011, hasta hoy en lo personal y profesional como abogado. Egresado de la Universidad Católica de Colombia, Wilson ejerce su profesión recordando el tenebroso enjambre de quienes la ejercieron para asolar su patrimonio familiar. 
El Infante aquel que prestara sus servicios bajo el sentimiento del himno de la Infantería de Marina que reza así en una de sus estrofas: “A tu grandeza Colombia/entrego todo mi ser/en tus costas y riberas/por tu gloria lucharé/ (...) viene, de ser subordinado y comandante en cumplimiento de las órdenes de sus superiores, a ser fiel y honesto servidor del Derecho y su aplicación justa y equitativa en todos los casos que correspondan a su jurisdicción. 
Este Infante, entrenado para cumplir el mandato: “Contra guerrillero, Al Luchar Contra El Enemigo ¡No Vacile, ¡Mate! La Ley de la Guerra es Matar o Morir: Vencer o Morir”, es en verdad un infante ingenuo que en los Montes de María y a todo lo largo de su vida de militar, vio correr ríos de sangre y pudo captar el terror en los ojos de los protagonistas de uno y otro bando. Imborrable es en Wilson, el recuerdo de los hechos ocurridos en el campo de Marte en el que ha convertido una buena parte del territorio nacional en donde vio morir a muchos de sus hermanos infantes y muchos otros colombianos condenados por la guerra que sin piedad se libra durante más de 50 años. 
Haber encontrado la vida y la esperanza de no perderla en cumplimiento de sus deberes no bélicos es causa de regocijo eterno para Wilson quien jamás olvida a tres humildes seres, Anunciación, Ciclón y Titán cuya historia es ejemplo vivo de su compasión y su perdón para que la patria salve su heredad de la perfidia de la guerra. “Yo quiero que me lleves contigo y que seas mi papá “le dijo Titán de solo 7 años. ¡Que inocencia tan grande, caramba! Este hombrecito, Titán, me rompía el corazón… no podía llevármelo lejos de la guerra en la que había nacido y tendría que crecer y posiblemente morir. 
Wilson, el Infante-- que no pudo llevarse a Titán, es el mismo que pudo haber asesinado, si, ¡Asesinado! a un supuesto guerrillero. “No puedo imaginarlo impactado por las balas disparadas por mi mano…no me cansaré jamás de agradecer hasta el final de mis días, por todo el amor que ha dispuesto para mi existencia”. Así se dijo Wilson cuando supo que ese ser, a quien se le encontró un fusil de mentira, y que lo que llevaba en su mochila eran unos poemas de amor y letras de canciones vallenatos, era un niño con cuerpo de hombre, que no sabía distinguir entre el bien y el mal.

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Tras de esta causa y otras derivadas, está el jurista que maneja una COOPERATIVA DE LA FUERZA PÚBLICA Coopnumil, ente jurídico que nació con la intención de buscar una solución para los gremios oprimidos por las organizaciones económicamente sólidas con políticas de estrangulación a sus clientes. Al respecto, dice Wilson: "Hablando del bienestar general de los ciudadanos colombianos, puedo afirmar que pocos defienden los derechos del gremio de los Suboficiales, Soldados e Infantes Profesionales y Agentes de Policía". (…) y agrega: "Durante el tiempo transcurrido en mi existencia, he entendido que todo en la vida, es actitud, buena o mala… ¡Todo es actitud!".

Con la mejor de las actitudes, este prólogo.

Joseph Berolo-Editor