Haibún
Tiempo de nieve
¡Qué lo hubo
creído que París a principios de este diciembre 2010, se parecería a una pista de patinaje vasta! Decididamente
no necesitamos ir a Courchevel o a Serre-Chevalier para ver caer la nieve a flujos. Sorpresa agradable para los niños.
Los vendedores de esquís fallaron una bella ocasión. Los automovilistas abandonados a su suerte, pisan el pavimento
nevoso a merced de sus zapatos. Los peatones resbalan y sus nalgas pero hay cosa más grave. Por lugares, París
es una piscina. Como patos, chapoteamos a falta de nadar. Tenemos los pies mojados, esto no es agradable en absoluto, decimos
por otra parte que nos resfriamos por los pies. Que pena para estas maquinitas ilustres que nos llevan por todas partes. Cuando
el vehículo quiere andar, son aquellos que toman el relevo, sobre todo en el tiempo de nieve. ¡Nieve súbita!
Nieve precoz
Parálisis urbana
Automovilistas enfurecidos
Sobre
una alfombra de nieve
Resbalo
Y rebota sobre las nalgas
Sobre una balsa de hielo
Deambulo
Efectuando un recorrido en slalom entre acera
y calzada
Nieve de principios
de diciembre
Nieve inesperada
Desarreglo climático
© Maggy DE COSTER
Entre cielo y mar (1)
Velero de recreo
Lujo y voluptuosidad asegurados
Pasajeros en
alborozo
Largamiento de las amarras
Abordaje y arribada
A buen puerto
***
Sobre el camino del ron se extienden
Saint Malo y Pointe-à-Pitre
Entre mar y cielo
Bóvedas montañosas y vegetación sublime
Veleros que hienden todo
Dan
el la
Carrera de persecución
y rivalidades
Para multiplicar victorias
Color rojo de los cielos en efervescencia
En la diversidad y el fulgor
Tardes saturnales
Como si el viento descarado
El olvido recorriese los recintos
Comarcas simplificadas
***
Púrpura de acostando sol
Se difunde en cielo lleno
Y diluye sus sombras
En el mar quieto
Cuando los últimos cargamentos
Se pierden para el horizonte
©
Maggy DE COSTER
**
Entre cielo y mar (2)
En
la isla, banda larga y tornasolada, la presencia solitaria de una casa a los postigos cerrados, domina el mar, vasto y quieto,
plantado por algunas estacas que revelan posiblemente el paso acostumbrado de los pescadores, y sobre la cual duermen dos
veleros. Sobre la orilla norte queda la montaña, peinada por la vegetación que sublima el paisaje. A lo lejos,
observamos algunas casas distantes las unas de otras.
La bóveda celeste, atravesada por una alfombra de nubes
blancas, se pone de acuerdo al azul del mar para formar un cuadro terminado.
©Maggy DE COSTER
(1) et (2) Poemas inspirados de dos cuadros