Perdimos el vínculo y perdimos el límite,
Nos
desconectamos de la Tierra,
Del mundo natural,
del Espíritu Universal;
el realismo fantástico
es fantástico por ser real.
Ahora los jóvenes, cautivos
de artificios
y falsas ilusiones; enclaustrados en ciegos aposentos
a la realidad exterior
-rehenes del computador-hacen el amor virtual...
No nos extasiamos con la lluvia ni la aurora matinal,
el bosque ni la brisa del mar;
ni nos inmutamos con la
explosión vital
de la fragancia primaveral;
no percibimos el estremecimiento ni las contorciones de la vida
durante la metamorfosis estacional del otoño al frío invernal;
lo mismo nos da una noche estrellada
-que no contemplamos-
que las tinieblas de la indolencia abismal;
no nos
conmueve el árbol en flor,
ya no escuchamos los pájaros
trinar,
ni observamos las mariposas volar;
no nos sensibilizamos ni asombramos con el agua ni la luz vesperal.
Perdimos el vínculo, la alianza, las amarras
con la cosmovisión,
con la Madre Tierra,
con la vida, con el milagro de la creación.
La sociedad
del consumo, insulsa,
insensata,
profanó la Sagrada Comunión.
clausuramos puertas y ventanas
al planeta, a nuestros orígenes,
a la
unión;
nos aislamos en un falso mundo sin pies, sin raíces,
sin razón,
sin nexo, sin ética, sin obligación.
¡Extremaunción!...
Perdimos el límite que separa y une además,
perdimos la frontera, perdimos el lindero,
perdimos el compás,
perdimos nuestra orilla
perdimos el confín,
perdimos el sendero;
atascados y en crisis perdimos nuestra trilla.
Límite, no como barrera inexpugnable,
pero
como membrana de intercambio osmótico, permeable.
La flexibilidad del vínculo
y la permeabilidad del límite nos integran a la unidad;
naturalizando
el cuerpo, identificando el alma
y humanizando el mundo .