El Halcón Dorado Conocí ayer un halcón casi desnudo, lo divisé de muy lejos, el grisáceo matiz de sus alas al abrir, muy poderosamente apenas alcancé a percibir. Se le veía hastiado, harto ya de cumplir su oficio, por estirpe natural, se distinguía cazando hermanos, había cumplido demasiado bien su cruel tarea, digamos que hasta la había disfrutado, la rapiña se le daba natural, por linaje. Cuando su cansado vuelo lo trajo
más a mi vista, le vi sus alas
rotas, su agudo pico ensangrentado su
plumaje todo alborotado, con heces entreveradas, su resuello cansado revelaba su asqueante faena. Al posar su vuelo en aquella altísima veranda, extenuado, notó sin sentir que en su frenético vuelo, que al voltear su gallardo y altivo cuello, el viento y el abandono lo habían llevado demasiado
lejos. Espantado su corazón se sobrecogió, sus aterrados ojos se cuajaron en llanto, perlas de desolación le hicieron sentir la soledad. Emprendió de nuevo aquel torturante viaje, vagó entonces por
inefables alturas, bogó por ignotas
playas, cuánto y cómo, nunca
supo, pero al remontar su vuelo exhaló, un llanto nuevo de su peregrino vuelo, un sollozo extraviado y ya caduco, y fue entonces que sintió renacer en sus adentros, aquella ardiente ansia de volver.
Nació en él un sentimiento nuevo y desco nocido, de desafiar
la vida en su constante reto, debió
aprovechar el lance de sus alas laceradas, en
su ya apremiante urgido regreso La experiencia y la lejanía, habíanlo marcado como hierro candente, jamás volvería a ser el mismo.}
Sofocado, harto y cansado, con la ruta totalmente perdida, senda imposible de descifrar, en
aquél sórdido silencio, le
provocó volverse hacia sus adentros, y
en los efluvios de su candente interior, escuchó
una breve voz que lo llamaba, era como
un susurro divino que lo guiaba, hacia
un rumbo perdido y se dejó llevar. De pronto vislumbró a lo lejos, algunas aves de rapiña, como siempre, en lo suyo, aves pasajeras otras, en sus ires y venires, aves otras que viajaban al golpe del viento, aves de primavera y de verano, dejándose llevar, aves de paso otras, que no dejan huella, aves de mal agüero presagiando tempestades, y por demás, aves hermosas y esplendentes invitando, a remontar un vuelo, lejos, mucho más alto, como el ave fénix, que resurge de sus cenizas, para fundirse en el horizonte con el fuego del sol. Fragoroso palpitar invadió entonces su pecho, al reunirse de nuevo con los suyos, aquel rayo de luz que ahora como sello lo marcaba, iluminaba todo el derredor con mágicos aromas, anidaba en sus entrañas, un algo que todo lo transformaba. Hoy desde mi alcanzar vi pasar aquel hermoso halcón dorado, sus alas despedían arcoiris de destellos, luceros celestes que tamizaban el viento, imprimiéndole aromas divinos al revolotear, luces únicas, coloraciones magníficas, que transparentaban su alma y su carne,l henchidas de una nueva y mágica claridad.
|