María de las Camelias Miranda Ruiz, Venezuela.  Bienvenida a la Paz para nuestro tiempo y el tiempo de nuestros hijos y los hijos de sus hijos  a través del cultivo de las Bellas Artes en los jardines de su mente y sus corazones. Muchas gracias por la calidez de sus palabras.. Sólo un gran movimiento, con fuerza y determinación podrá salvar a  nuestra Venezuela, herida y vulnerable.   Si se quiere un camino que inspire a la abundancia, solo  un pensamiento coherente y  una visión realista  con un gran sentido de pertenencia podrá lograrlo. Lo  que si es cierto es que la verdad y la  justicia se impondrán sobre todas las cosas. Algún día lo veremos, algún día....Felices fiestas. Camelia Miranda Un diez de Febrero me acunó por primera vez un pedacito de Venezuela y una parte de España, que navega por mis venas. Mi padre nativo de la Guaira y mi madre de Santa Cruz de Tenerife, dieron como frutos, cinco hijos de esa maravillosa unión. Nuestra educación se cimentó bajo estrictos valores y costumbres.Muy pronto,  la pérdida de nuestro padre nos cambió la vida de un solo golpe, en especial para mi madre. Sin embargo, gracias a Dios la tuvimos a ella, pues no dudó en asumir su doble rol y nos preparó para la vida. Ser madre de dos hijos, que son mi luz y razón de vivir y trabajar en mi rol  por muchos años de profesora  de Matemáticas por muchos años, me condujeron por diversos senderos, que salvé con fe y esperanza. La imperiosa búsqueda de ser feliz, como un deber sagrado y el amor como la única respuesta, han sido el alimento insustituible en la mesa de mi  vida. Igualmente la poderosa terapia de la expresión que comenzó a develarse en el lienzo de mis días, hasta que forjó la decisión de compartirla.   Empecé a escribir en 1995. Mis primeras notas emergieron como una necesidad de expresar lo que me procuraba mi entorno. Fueron líneas inexpertas que  maduraron con el paso del tiempo,  en un lienzo libre de rimas y formas literarias, pero con un profundo sentir de querer dibujar en letras lo que el alma atesoraba.Fue  realmente en el 97 cuando logré publicar y formar parte de lo que considero mi segundo hogar. Mundo Poesía, un portal literario donde he cultivado, no sólo poesía. Una experiencia inolvidable, satisfactoria, didáctica y muy especialmente, por la hermoso tránsito de compartir con todos sus hijos. Comencé con muy poco y en el camino he sembrado con aciertos y desentonos, que he ido mejorando...Y sigo en el sendero de las letras, infinito e inmenso.

Solo dime....   Mira desde la orilla el alba naciente... al lago su tibieza, más allá de ser serena y sabia, acaricia con elipsis hipnótico ramillos en el aire, ápices bajo el agua, sinalefas en papiros... ungida y sin prisa nutre su travesía, ataviada con su mejor rocío va lustrando a la hierba, embaulando una tonada hasta ser zafiro para el ocaso que se aproxima.

Esa Tonada Se ensancha un cantar, ese que hace tiritar el vuelo, que levanta la mirada y procura el sostén. Las letras en coplero se anidan sin permiso, desvisten al jornalero en el alba, encajan con el trinar de pajarillos y surcan las cuestas debajo del sombrero. ¡Hermosa! con los coros en paralelo y un estribillo para tararear, así es, quien se sentó y deletreó su sentir justamente en el cenit de sus dedos, inclinando una melodía a los pies de los crepúsculos. Sabana, Sabana... se escucha desde el pentagrama y el alma del buen Simón; despuntando un grito llanero, cabalgando amoríos de ciénaga y dejando en tinajeros, las penas de sus pupilas en recorrido. Cuenta y canta, canta y cuenta, esa tonada se lleva en los pasos; desde el arrullo mañanero hasta que el corazón se aderece.

Deshaciendo caminos....(Alzhéimer) Con un delirio celotípico las alucinaciones nublaron mi sentir; fantasmas que azuzaban  mis utópicas querencias y sin saber, el alelo que habitaba  en mí, desde que soy. Presión y grietas en mis venas, atrofia difusa  que recorrió mi existir; parafasias y circunloquios, ideas extraviadas en mi verbosidad de amiga, desesperación en mi lengua. No me reconocía; flemática y cabizbaja buscando aliento en el suelo y en medio de mis crisis miclonias, se me perdía el botón de mi blusa. Busqué horizontes en medio de mis tinieblas; mis manos hojeaban las amarillas páginas de mi árbol; ahogué mi impotencia, despunté mis temores y cabalgué hacia mi verdad. El miedo ya no habita en mí, mis manos aún temblorosas pintan mi vida; mis caminos oscuros quedaron atrás, los hilos de las drogas alivian mi peso, una parte se perdió en la nada y una gran parte de mí me dice quién soy. Saboreo un café, vivo para decirlo antes que se me olvide y si muero, qué más da, ya no hay más sorpresas.