LEYENDAS ROMÁNTICAS DE COLOMBIA EFRAÍN Y MARÍA
Fue durante mis recientes vacaciones de diciembre
del 2010 que visité las hermosas regiones campestres del Valle del Cauca, aquí en Colombia, para disfrutar de
sus hermosas planicies tapizadas con cañaduzales que se extienden por kilómetros y kilómetros copando
la inmensidad del paisaje. Esta
alfombra verde está rasgada por inmensas autopistas de doble calzada que hacen más placentera la expectación
de los polícromos contrastes producidos por otros sembrados como los maizales, las blanquecinas motas de los sembrados
de algodón, las doradas mazorcas del millo y las rubias espigas de los arrozales. También los trenes cañeros,
que intimidan un poco por su magna presencia, contribuyen a darle vida a la majestuosidad de la campiña. Al llegar al municipio de Cerrito, los viñedos de uva Isabela emparapetados
en sus camaretas, contribuyen a gloriar y a enriquecer la visión del panorama. Esta pequeña ciudad tiene un
hijo mayor que es el corregimiento de Santa Helena, una localidad cargada de leyendas por las múltiples haciendas que
hicieron historia alrededor de los trapiches y el desarrollo tecnológico de los mismos y por yacer en su cementerio
los restos mortales de María. Santa Helena está en la
vertiente de una montaña en la cual hay un centro de turismo y esparcimiento llamado Maloca de los Vientos de donde
se divisa la grandeza y esplendor del Valle del Cauca. Este estratégico lugar pertenece al Hotel-Resort-El Edén
donde estuvimos alojados por una semana. En Santa Helena se encuentra
la Hacienda El Paraíso, eje y piedra angular de la novela LA MARÍA de Jorge Isaacs. Este es un lugar paradisíaco
cargado de ensoñaciones, de arboledas y rosales que me hizo, con la complicidad de la mente, sumergirme en la máquina
del tiempo para regresar a la época de l867 cuando Efraín y María hicieron de su idilio y su tragedia
la más sublime ensoñación de amor. Ubicado en el paisaje y en la época me vestí con la
indumentaria casual de ese momento, sin dejar de acompañarme con la escopeta, herramienta indispensable de protección
contra las fieras y símbolo de elegancia como cazador y depredador de la fauna circundante; tampoco podía faltarme
la bandola, instrumento musical para acompañar las declaraciones amorosas al pie de una ventana. Vestido como estaba y en el balcón propicio procedí a darles a mi esposa Edith y a mi
hija Liliana mi más sentida serenata y a tomar las fotos respectivas antes de reingresar a la máquina del tiempo
para volver al futuro del año 2010. Como prueba de todo lo vivido
a través del reingreso al futuro, quedan para nuestro deleite las fotos tomadas ese día de regreso en el tiempo
al año 1867. . Silvio Vásquez Guzmán La Hacienda
Construida
entre 1816 y 1828 por Víctor Cabal, ganadero de Buga y ex alcalde de la ciudad de Cali. En 1828, la Hacienda fue comprada
por el padre de Jorge Isaacs. En ella se desarrolla la mayor parte de la novela María. En 1953, fue adquirida por el
departamento del Valle del Cauca y declarada Monumento Nacional el 30 de diciembre de 1959. Enmarcada por la espléndida geografía del Valle del Cauca, en épocas pasadas floreció
la hacienda «El Paraíso». Allí, rodeados por la bondad de sus padres y tíos, crecieron dos
jovencitos de nombres Efraín y María, primos hermanos, quienes desde su más tierna infancia se hicieron
inseparables compañeros de juego y alegría. Muy pronto, sin embargo, el camino de los dos primos se separó. Efraín, alcanzada la edad necesaria para emprender una sólida educación,
fue enviado por sus padres a la ciudad de Bogotá, en donde, tras seis anos de esfuerzo, consiguió coronar sus
estudios de bachillerato. María, entre tanto, lejana ya las delicias
de la infancia, se había convertido en una bellísima muchacha, cuyas dotes y hermosura encandelillaron al recién
llegado bachiller. Ciertamente la sorpresa del muchacho fue compartida.
También María se sintió vivamente Impresionada ante las maneras y el porte de su primo, y aquella mutua
admiración dio tránsito a un vehemente amor que se apoderó de sus corazones, sin que ellos mismos pudieran
comprenderlo o sentirlo. El cariño
de los jóvenes progresó dulcificado por las bondades de su medio y muy pronto, a pesar de que ellos quisieron
ocultarlo, los ojos de sus mayores recabaron en este mutuo afecto. Entonces, una sombra dolorosa se interpuso entre los dos
enamorados. Las auras del desierto pasaban por el jardín,
recogiendo aromas, para venir a juguetear con los rosales que nos rodeaban. El viento voluble dejaba oír por instantes
el rumor del río. /Jorge Isaacs, María/
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