¡AYOPTZINAPA SOMOS TODOS!
Construyamos la paz en nuestro interior y desde ahí la paz en el mundo; sigamos blandiendo como un estandarte
luminoso la palabra, oral o escrita, sigamos sumando
acciones y voces para despertar la voz de quienes aún continúan dormidos. Diciembre 2014
Cuando la vida
nos llama a hacer un alto para escuchar las voces de los demás, sus dolores, miedos, sufrimientos, sus ideales, sus
necesidades, empezamos a trascender nuestro pequeño drama personal, y a renunciar a nuestra neurótica y obsesiva
idea de que el mundo gira alrededor de nosotros y que estamos separados del resto porque somos personas muy especiales o diferentes.
Esta idea de separación es la que propicia nuestra necesidad de
demostrar la valía personal. En esa carrera por manifestar quienes y que importantes somos, se nos va la vida; una
vida de miedo angustia, tristeza, resentimiento, odio y deseos de venganza que generan conflicto interno iniciando la cadena
de violencia más grande que existe: La que hace que los agresores más temibles seamos nosotros
mismos, auto flagelándonos, autocastigándonos, auto engañándonos, huyendo siempre de la verdad
que nos muestra realmente cómo somos y qué tan vanas y vacías son nuestras vidas. Es
por eso que cuando nos damos cuenta que no estamos solos, que el de enfrente, adelante, atrás y a un lado de nosotros
necesita de nuestra compasión, solidaridad y de nuestro amor, se despierta el gigante de la compasión que habita
dormido e indiferente al sufrimiento ajeno.
Al despertar, empezamos realmente a ver, entender, escuchar, sentir
el dolor ajeno como propio; surge entonces en lo más profundo del alma la necesidad de ayudar, perdonar, amar
al otro, tal y como es, volviéndonos realmente humanos y UNO con los demás. En este orden de ideas, atendiendo
al verdadero significado de la navidad, como el renacimiento del amor incondicional en nuestro corazón por la humanidad,
¿Podremos celebrar las fiestas navideñas con la misma alegría cuando sabemos
que en el sur de México, en el estado de Guerrero, hay madres, padres, hermanos, familiares y amigos quienes con pupila
desvelada por el dolor sufren y lloran la ausencia de sus seres queridos y siguen buscando sin tregua alguna pista, señal
sobre su paradero? En la vorágine del drama humano y la realidad social que sigue desgranado las mismas historias
de violencia, corrupción e injusticia que inundan las primeras planas y principales cadenas de radio y televisión
diariamente, la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural "Raúl Isidro Burgos" de Ayotzinapa,
Guerreroha dejado de ser noticia importante .
Hoy viene a mi mente esa pancarta que vi durante una manifestación en Tijuana B.C. que aceleraba
el pulso y permitía que el corazón palpitara al unísono con el corazón de esas 43 familias:
"¿Y si tú y tu
familia fueran la 44 o la 45, que harías?" "Ayotzinapa somos todos".
Mantengamos viva
la memoria histórica, no olvidemos que son miles los desaparecidos en los diferentes movimientos sociales de nuestro
país, por razones de orden político y que algún día puede alcanzarnos o ya nos ha alcanzado la
violencia en carne propia, a nosotros o a nuestras familias. Mantengamos la flama de la compasión; reflejando interés,
amor, solidaridad, respeto, ante el dolor y la injusticia de nuestros conciudadanos, nuestros hermanos ahora en desgracia,
quienes son un reflejo de nosotros mismos.
Mientras nuestra patria, nuestro continente, nuestra madre
tierra encuentra el camino de la verdad, la honestidad y la libertad, sigamos defendiendo la esperanza, la solidaridad, la
justicia y el amor en nuestros corazones; permitamos que nuestros actos sean un reflejo de lo que queremos recibir del otro.
Construyamos la paz en nuestro interior y desde ahí la paz en el mundo; sigamos blandiendo como un estandarte
luminoso la palabra; oral o escrita, sigamos sumando acciones y voces para despertar la voz de quienes aún continúan
dormidos.
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