Los
dioses sin adioses me han traído en correo estelar un poema-recuerdo-homenaje que inmortaliza a una mujer-arcángel mecida por el aliento de esos dioses en una hamaca de telaraña
dorada que
cuelga de las nubes en
cables de amor filio-maternal.
Gracias,
Marco, por verbalizar lo que sentimos todos.
Gracias, Manolo, por abrirme la puerta al hogar Reyes Dávila donde pontificaron Don Manuel y Doña
Sarah y donde siempre me sentí acogido y a gusto. José Dasilva,.
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