TANTAS VECES LA PALABRA POEMÍNIMOS Piedad Romo- Leroux Girón
(Psiquiatra
y Escritora)
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Los Poemas Mínimos de Piedad He dicho antes, que la poesía con su magia nos mejora como especie; y al leerla
o escribirla se forman unas lumbres sagradas que se van convirtiendo en antorchas para el camino; con la llama de estas antorchas
llegan los destellos de Piedad Romo-Leroux; un conjunto de poemas mínimos, no por ello menos alumbradores; finos, suaves,
vaporosos, incitadores a escaparse del ruido del mundo, para percibir ese chispazo que solo sabe ofrendar el minuto efímero
de la belleza. Tantas veces
la palabra los ha titulado, será para confesar la manía de retornar a ellas, una y otra vez, cual necesidad
imprescindible; cual afección maravillosa; será porque estas llegan sin llamarlas y hacen su nido en la boca
para componer las láminas del día, que conducen a penetrar "los misterios del silencio", cuando en
definitiva "no hay brújula encendida para la vida".
Sin
embargo, la voz sabe que desde el lenguaje se encuentra esa guía permisible, esa señal de luz pronta a reinventar
el sendero. Acto verbal que ayuda tanto al poeta como al lector a recolectar las semillas de la memoria, y entonces a partir
de esta recolección habitar la música de un verso nacido de ese ojo que vio, de ese cuerpo que sintió,
de esa mano que tomó la tinta para registrar toda experiencia vital que "jamás morirá en el tiempo". Son muchas las viñetas aladas de este pequeño
libro, para la introspección pero también para mirar hacia afuera y recuperar los espacios del asombro que la
naturaleza guarda y convida: "Quién pudiera ser hoja", dice la voz, y resulta más un anhelo que una
pregunta; quién pudiera ser el árbol, ser la rama que se bambolea sobre el viento, ser el pétalo; transmutarse
para alcanzar el gozo, la libertad y esa iluminación ante "la eternidad que abre los brazos".
Este es un compendio de pedacitos mágicos, construido
con "instantes que cuelgan de la luna", mismos que hacen de sus versos un líquido azul, en una copita para
bebérsela de un solo sorbo. Pequeños poemas, más grande el aliento de los mismos. "Palabras que
escucho entretejidas en el misterio de mis neuronas", confiesa el hablante, y desde ellas, a través de ese misterio
también las escucha el mundo; trasvasan de espíritu a espíritu, hasta rebosar en el corazón. Ana Cecilia Blum Poeta y Escritora
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1.- MEMORIA El silencio misterio
que da miedo. Instante sin mañana, sin retorno.
No hay sosiego, no hay brújula encendida. Cesa
el fluir del tiempo, extrañeza perdida
en la memoria.
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2.- TIEMPO Tiempo infinito,
hora desgastada, no hay vuelta atrás, ennegrecida
inercia. Prisionero del aire y de la vida.
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3.- MÚSICA La música,
eternidad meciéndose en las brumas, soplo mágico
resuena en contrapunto hacia lo etéreo. Tramo hecho luz, impulso en vibraciones, no
morirá en el tiempo, ni en la nada.
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4.- NATURALEZA Las hojas con
su verdor, flotan estremecidas en el viento. Quién pudiera ser hoja, es solo una pregunta remecida
en lo tangible del silencio.
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5.- MIGAJAS Rehúso
las migajas que no son compartidas. Por inercia, se quedan
en la mesa solitarias.
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6.- ETERNIDAD Se abre paso,
tendiéndose bravía, la eternidad en espera
abre los brazos,
con gula sabe que temprano o más tarde nos engullirá sin proponérselo.
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7.- LA LUNA
El instante, colgado en el misterio de la noche, se
ha llenado de luz,
es
la luna con su brillo encendido cubriendo la llanura.
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8.- A VUELO DE PÁJARO Sus
alas son saetas en el aire, vuelos de raudo instante.
Se levantan, se van, ya no hay retorno.
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9.- PREGUNTAS Qué es el
tiempo materia indefinida. Qué es la vida,
interrogo, y me hundo en el misterio.
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10.-
EL VIENTO Escucha el tintineo del viento entre la lluvia, te dice adiós perdido
en su ulular.
Palabras
que resuenan entretejidas en el misterio de mis neuronas.
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11.- SILENCIO Mudo, en sosiego,
parece sostenerse ante la nada. Sin
él, la noche moriría en un instante.
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12.- LA PAUSA
La memoria en trampolín se retuerce sin pausa,
hecha de tiempo, de minutos y horas,
contemplativa me miró, burlona, sosegada, cayendo
en el abismo sin retorno.
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13.-EXTRAÑEZA Cóncava
la mañana desemboca en la tarde. El sol declina al
punto hundiéndose en la noche. Extraña coincidencia
de las horas.
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14.- LA INJURIA
Entraña, vicio, maña, malquerencia. Hiere en
la ofensa, corrosiva, artera. Venganza, enclavada
en las púas de la rabia.
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15.-LA CHARCA Agua contemplativa,
húmeda, silenciosa, enmarcada en la tierra bajo
un techo de nubes. Quién pudiera ser charca y no desierto.
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16.- EVOCACIÓN Vehemencia
evocativa, reveladora, incierta, fiesta de los sentidos,
avivando el deseo, regocijo en el sueño, nostalgia que despierta la memoria.
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17.- AUSENCIA Volutas de un concierto
barroco, naufragios amorosos, ausencia
convertida en polvo.
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18.- LA FELICIDAD Recuerdos y
nostalgia, espacios sin fronteras, guías insondables,
andante mozartiano, reencuentros, desencuentros. Fugaz,
contracorriente navega la felicidad.
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19.- LABERINTO Falsedad y mezquindad.
Cinismo revolcándose en el cieno. Amarras
del recuerdo, hora de liberar la memoria descarriada.
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20 .-IMAGEN El vuelo del ave,
milagro convertido en luz. Libertad
en el aire, o aire de libertad.
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21.- PRESAGIOS En cada tramo,
un tropezón, un clavo, que te
corta el resuello y te atolondra, pero
al final hay un rayo de luz que te
ilumina.
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22.- VICISITUDES Una nube
cruzando el firmamento, no hace sombra,
ni es el fin del universo.
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23.-
ALBOROZO Atisbo el día con temor
y
acaso, solo es leve impresión,
será
gozoso.
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24.-DOLOR La hojarasca
se queja, vocifera en la bruma,
su dolor es de rabia por la conducta
inhumana de los hombres.
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25.-LA NADA En cada trecho, el paso hacia el abismo, abruptamente caemos
en la nada.
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27.- DESAFÍO Hay un claro
desdén contra la tierra;
no se postrará nunca ante los
retos del hombre desquiciado
en la codicia.
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28.-ENTREGA La ternura
a raudales se desborda. No hay barrera
capaz de impedir que se escape
de estas manos.
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29.-SORTILEGIO A cada paso
hay un aire que embriaga, que subyuga,
que te deja a su paso una esperanza.
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30.-REFUGIADOS De cúal
refugio hablan. Quién los espera, dónde.
Una lágrima no basta para lavar
la culpa.
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CUENTOS BREVES No crecemos aunque
nos sintamos maduros y a punto de llegar al ocaso de nuestras vidas, cuando vuelve Piedad Romo Leroux a conducirnos de regreso
a nuestra infancia con sus obras nacidas de su alma de Médica Psiquiatra, especializada en Psiquiatría Infantil,
como lo ha hecho durante muchos años con Mariposas de Papel, Arrorrós y nanas, Balbuceos y Péndulos,
Cantos de amor a la naturaleza, El pez de vidrio, El Tren de los Sueños, Sonetos a los Cuatro Vientos, Herejías
de la Palabra, Poemario Ecológico, y novelas como, Tiempo de Luna, Con las Ánimas Célebres, o Cuentos
de Amor y Desamor.
Heredera
de una de las formas más antiguas de literatura popular como es el cuento, Piedad entrega su arte al mundo tan
necesitado de realismo, como lo hizo el griego Esopo con sus fábulas moralizantes, y los cuentistas del antiguo
Egipto allá por los 2000 a.C. Es que el ser humano tiene la necesidad de fantasear imaginando que el mundo, las ciudades,
los países, los continentes y el universo son posibles de convertir en campos de entretenimiento en donde el
Bien siempre derrota el Mal. Los Veinte Cuentos breves presentados en
este libro, decurren por un sendero aciago de abatimiento, de personajes condenados a un inquietante destino que comparten
dichas y tristezas y palpitan en cada línea con ese calor humano tan característico en toda la obra literaria
de Piedad. CUENTOS BREVES, es pasado, presente y futuro, que enriquece la literatura contemporánea con el más
fino de los tejidos y entramados alegóricos que su brevedad puede lograr para pintar y animar 20 mundos de realidades
humanas nada fantasmagóricas. Joseph Berolo Presidente
de Naciones Unidas de las LetrasBogotá- Colombia
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1 El Trapiche Amanecía, el sol recién se despertaba queriendo bostezar con pereza, extendiendo sus brazos hacia
el campo lleno de verdor y cuchicheos extraños entre ranas e insectos escarbando la tierra, cientos de alas ansiosas
vibraban en el aire, graznidos emergiendo en la orilla del río; al paso, como si nada, las horas desandaban el camino;
el intenso calor estremeció el lomo cenizo con una banda más oscura en el centro del burro que acorto
el paso inquieto y se sacudió bajo el peso de los troncos de caña recién cortada; sus orejas se pusieron
en guardia, moviendo el rabo complaciente, rebuznó, una, dos, tres veces, sabía que el día sería
despiadado con él y con su amo, quien le había dado su ración mañanera de caña fístula,
avena y agua; ambos estaban acostumbrados al duro trajinar que les esperaba; recorrerían los dos kilómetros
que los separaban del trapiche ubicado en los cañaverales del dueño del latifundio en donde Toño dejaba
sus años trabajando de sol a sol en la zafra cortando, arrumando lotes inmensos de caña entre los peligros
escondidos en los campos recubiertos de malezas y que de inmediato en el lomo de su viejo y fiel borrico serían transportados
para ser convertidos en la miel y en barras de panela que endulzarían las tazas en los hogares durante el desayuno;
el polen ha impregnado el viento remecido de tristeza y nostalgia; acechan las cigarras, crepitan en la tierra y sus trajes
de luces se apagan con el deslumbramiento de la mañana; Demás está decir que su salario a duras
penas alcanzaba para dar de comer a Angelina, su mujer y a sus tres hijos quienes crecían en medio de sufrimientos,
escasos alimentos y sin poder asistir a la escuela. La rutina era lo usual. Esto se repetía de lunes a domingo sin
días de guardar, salvo las horas matutinas de asistir a misa. El arriero se colocó el sombrero de paja que le
cubría medio rostro y se cercioró de tener consigo la alforja y el machete al cinto; bostezó aún
con sueño, puso la mano en el haz de troncos frescos y una extraña sensación ardiente lo recorrió
de arriba abajo, una cabeza achatada apareció entre los manojos de hierba mostrando sus colmillos babeantes, le acababa
de inyectar el veneno mortal que lo dejaría exánime tendido en el camino.
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CUENTOS BREVES
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La Moneda
El pavimento recalentado al mediodía parecía vomitar fuego, el viejo se detuvo, miró fijamente
algo que relucía entre las hojas secas caídas del árbol otoñal encorvado como él por el
peso de los años, el resplandor le hizo entrecerrar los ojos; chorreaba sudor por todos los poros; enjugó
con el harapo de la manga el sudor que le impedía ver con claridad; todo no es más que ilusorio, me entran dudas
de si es o no es una moneda la que brilla tentándome a cogerla, con ella podría tomar un café con un
pan, qué tanta falta me hace, no es hora de hacerme el remilgoso, pensó para sí; tras de cerciorarse
meditó un instante, y al agacharse sin darse cuenta con el pie la empujo hacia la alcantarilla, la cual la engulló
en un santiamén.
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3
Matías el Mudo En el barrio todos lo conocían, pues hacia los mandados en la vecindad; nunca se mostraba
malgenio o desganado, por el contrario siempre solicito estaba a disposición de cuantos lo requerían. Aquella
mañana soleada, se levantó temprano, sabía que le esperaban los vecinos, para llevar o traer víveres,
recoger deshechos, regar jardines, llevar recados, "Matías aquí, Matías acá, Matías
acullá", aún con sus setenta años a cuestas podía desenredar entuertos y ganarse la vida
con dignidad; de repente, sintió un dolor agudo en el pecho, cayó de bruces, quiso gritar pero no lo logró,
era mudo...
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4 El Alacrán
Leía cuantos horóscopos
caían en sus manos: chino, maya, árabe, celta, egipcio, hindú; vibraba la noche llena de hojas e insectos,
entrecerró los ojos quedándose al poco rato dormido; soñó con un enorme y negro alacrán
que desde el ángulo de la alcoba lo acechaba esperando clavarle la ponzoña tan pronto él se descuidara;
la respiración de la noche lo abrumaba, despertó sudoroso, un temor le oprimía el corazón; apenas
clareó abandonó el lecho, rebuscó ansioso en las páginas de revistas que incluían horóscopos
con múltiples predicciones y entonces en medio de todos sus temores leyó, soñar con alacrán
y más aún si es negro significa que, "ganarás el premio mayor de la lotería"; se enjugó
el sudor que copioso cubría su frente y sin pensarlo dos veces, abrió el cajón en donde guardaba
los números comprados hacía una semana y fue entonces que pegó un grito desgarrador, la ponzoña
de un enorme alacrán negro, estaba hundida en la palma de su mano.
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Koyaanisqatsi (Vida fuera de Equilibrio)
El mundo moderno no era para él, lo asfixiaba,
lo atolondraba, no había nacido para vivir rodeado de tantas excentricidades, ya que los rascacielos, la velocidad
y el trepidar de los coches, lo llenaban de miedo y por qué no, hasta de malos augurios; reconocía ser un hombre
sencillo, amante del verdor de los campos, los platanales, las palmas, los guayabos olorosos, los ríos con sus caudales
rebosantes de algas y peces, las aves multicolores llenando el cielo con sus gorjeos y cantos, el chirriar de los grillos
y hasta el zumbido de los insectos lo hacían feliz; ahora mientras caminaba buscando un sitio para resguardarse del
ardiente sol, un enorme ladrillo le cayó en el cráneo dejándolo en el suelo inconsciente; cuando despertó
estaba en un hospital y no sabía quién era...
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6
El soñador sin Sueños
Todos los que lo conocían le decían que se bajara de esa nube, que la vida era
repleta de muchos asuntos, unos serios y otros medio en broma, que tendría que tomarla por los cuernos y vitorear cuando
era necesario y llorar más de las veces; él sonreía escéptico y dejaba pasar los comentarios sin
hacer mayor caso; no era su propósito ignorarlos, simplemente sus pensamientos estaban envueltos en miles de
vericuetos a veces mañosos, otras enredados en despropósitos que no podía compartir con nadie, no porque
fueran desequilibrados o estuvieran cubiertos por telarañas que lo obnubilaban y que muchos tildaban de "obsesiones",
eso lo tenía sin cuidado, sin embargo, el sol brillaba mucho más cuando el colocaba su dedo índice sobre
su cabeza y de igual manera podía apagar su luz con solo chasquear sus dedos tres veces...la noche le traía
quietud, se apaciguaban sus temores y sin embargo jamás logró soñar mientras dormía...
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7 La Tapia Cuando se instaló en ese pueblo con su mujer y sus dos
hijos, le pareció que tocaba el cielo con las manos; después de haber vivido durante varios años
en un asentamiento barrial en las afueras de la ciudad, un tugurio sin electricidad y en donde el agua era abastecida
por un canal de riego a dos kilómetros de distancia, se restregó los ojos, ya que creía que no era verdad.
Al abrirlos, se dio cuenta de una tapia enorme que se alzaba frente a la casita que el municipio les había asignado,
después de muchos años de asistir a las asambleas, convencer a muchos con su voto, haberse comprometido con
el alcalde y sus listas; arrimándose a la cerca leyó: "No traspasar los linderos, aquí vive gente
decente"
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8Una
noche de Lluvia Desde niña temía al estruendo de
los rayos y a la claridad de la noche con los relámpagos, que se desprendían uno tras otro; el aguacero copioso
no cesaba, no daba tregua, parecía que jamás escamparía. Esos inviernos la llenaban de terror; solía
quedarse agazapada en algún rincón hasta que escampara; ahora con ochenta años de edad, lo cierto era
que la memoria aún no le fallaba, al recordar, el miedo la poseía con la misma intensidad de cuando era niña;
se arropó de pies a cabeza, apretó las manos como asiendo con ellas un manojo de lirios, creyendo evitar de
esa manera sus irracionales temores, se quedó dormida y entonces soñó que siendo muy pequeñita
en una tarde invernal jugando con su gatito Serafín, después de un aguacero torrencial el agua de un canal
desbordado cercano a su vivienda, se lo arrancó de los brazos, lo arrastró y lo perdió para siempre...
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9 La esperanza Un extraño reflejo ilumino el anochecer, la luna no brilló aquella
noche como otras noches; Aladapo, un joven de unos 25 años de edad, alto y delgado miró con tristeza a su madre
que en un camastro agonizaba, una enfermedad maldita había arrasado con muchos de los vecinos y ahora su mama era una
nueva víctima; le tomó las manos con ternura y con lentitud le susurró, es hora de marchar, el tío
Mengú te cuidará, tengo el pasaje conmigo, la embarcación saldrá a las dos de la mañana
y arribaremos a las cinco, clareando; es mi única esperanza mama, aquí me espera un destino miserable, Europa
es mi salvación y la de todos; besó sus manos con ternura y lentamente abandonó el miserable cuartucho;
afuera sintió el roce del viento en su rostro, tres mil euros que rejuntó no sabía aun cómo, eran
la esperanza para un mejor futuro; el pago debía cancelarse por adelantado al dueño de la embarcación;
le advirtieron que no podía llevar ningún equipaje; rechinó los dientes blanquísimos conteniendo
la rabia, aligeró el paso, debía apresurarse para encontrar un buen puesto en el improvisado navío; no
tenía idea de cuántos serían, pero al llegar el jefe de la cuadrilla le señaló un puesto
en un costado de la misma; eran muchos apiñados, acuclillados, con los rostros sombríos, resignados a su suerte;
ni siquiera saludó, miró de reojo comprobando que la aglomeración era evidente; un negro alto y fornido
los acomodaba a empujones; al instante una voz enronquecida gritó, partimos , no habrán contratiempos, el viento
sopla a nuestro favor, llegaremos en dos horas. Estas palabras les levantaron el ánimo; mujeres y niños tranquilizaron
sus rostros; después de media hora de navegar se volvió a oír la voz ronca gritar, - esa luz allá
lejana es nuestro destino, la isla de Malta, en donde recibirán ayuda; Aladapo tranquilizó su rostro, estaba
seguro de encontrar un trabajo, ganaría euros y podría ayudar a su madre; al instante un viento estremecedor
abatió la frágil embarcación ladeándola hacia el costado derecho, los gritos de terror se escucharon
a millas mil; en un instante el remezón acometió hacia el izquierdo quedando la frágil embarcación
a merced de la violencia del viento y de las olas; unos cuantos cayeron al agua desapareciendo en las enfurecidas crestas,
otros agarrados con sus últimas fuerzas a la frágil embarcación fueron hundiéndose poco a poco
hasta desvanecerse en la profundidad del Mediterráneo; la negritud de la noche se hizo una con la negritud de los infelices,
e implacable los arropó por última vez, engullendo de una vez por todas sus últimas esperanzas...
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10 El
Algarrobo
Frente al parque central de mi pueblo, un árbol
rebosante de verdor se alza desde tiempos inmemoriales, diminutas partículas de polvo revuelan a tras luz; dice mi
abuelo que cuando el suyo vivía este árbol ya levantaba sus ramas esplendorosas al cielo, las vainas negruzcas
cuelgan copiosamente y su aroma inunda el vecindario, un enjambre de chapulines se posaron en él; hoy he sabido que
modernizarán el parque y que el algarrobo es un estorbo que hay que talarlo; su sombra fantasmal será extinguida,
la agonía en su tronco macizo se dejó sentir, una bandada de pájaros negros cual presagio, pasaron oscureciendo
el cielo; créanlo o no, he llorado desconsolada al pie de su sombra y el árbol echó innumerables
vainas al suelo, llenando de olores de dulce algarrobina el parque, la tierra se niega a sepultarlo...
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11 Mi Alter Ego
Esas eran las palabras de Obdulia, una vieja semi analfabeta, de rostro amplio y sonrisa socarrona, desenfadada
y reflexiva, cuando decía que la hija que más se parecía a ella era la menor a la que apodaban
Ricitos, la madre la peinaba desde pequeña con rizos que le agraciaban el rostro redondo y ojitos achinados y
pícaros; sin duda alguna era la hija que se parecía no solo físicamente, sino también
en la forma de actuar, de mover las manos, de asombrarse y era verdad, pues los otros dos varones nada tenían
de ella ya que eran como moldes de papá Ayoví, un negro de pocas pulgas del que se enamoró perdidamente
con quince años recién cumplidos, solo porque tocaba la guitarra y le daba serenatas los sábados en la
noche; así que la chiquilla era partidaria al igual que ella, del orden, de la limpieza y de la verdad; emitía
doña Obdulia, juicios tan certeros, que eran tomados muy en cuenta por cuantos la conocían; el humor y la ironía
acompañaron siempre a esta buena mujer, con humor enmascaraba sus pesares y era proclive a sonrisas que dejaban sus
dientes blanquísimos al descubierto y a sonoras carcajadas que estremecían la vecindad; gustaba de dar criterios
acertados y consejos a los jóvenes, pero lo que dejaba atónitos a los oyentes era que solía utilizar
locuciones latinas y aplicarlas correctamente en su debido momento y hasta ahora nadie sabía en dónde las
había aprendido, con las cuales recalcaba la importancia y relevancia de lo que decía, para que no se dejara
de lado de manera alguna su juicioso y meticuloso proceder; es voz populi, arremetía,
que los víveres han subido de precio; fue un lapsus que le puede ocurrir a cualquiera;
quiero que lo hagas ad litteram no falles, al pie de la letra; Mariela tú hija,
verbi gratia se parece mucho a ti; no lo repetiré nuevamente, ipso facto
lo tienes que hacer; mientras conversaba arremetía con a grosso modo muy a menudo; o lo hice
a mottu propio; hemos tenido un déficit en las compras de
este mes; me he quedado in albis, cuando algo no comprendía o ex
profeso, te lo dije; así quería encontrarte in fraganti;
esta mujer que a duras penas sabía leer y escribir era llena de sabiduría,
poseía un temperamento jovial y alegre, canturreaba boleros y porros y movía las caderas a ritmo de salsa; eso
sí, cuando se trataba de asuntos serios, otra cosa cantaba...hoy la recuerdo, escucho su voz con absoluta claridad,
sus consejos pactados a lo justo y preciso; he heredado muchos de sus principios: el orden, la pulcritud, la puntualidad,
el amor a la naturaleza, las delicias impregnadas en los humildes alimentos con los cuales preparaba las sabrosas
comidas; sus manos se tendieron siempre para socorrer al necesitado y jamás comentaba con nadie la ayuda que daba;
Una tarde de Agosto, se sentó con tranquilidad en la vereda de su rancho, al fin descansaría de su destino,
murió de repente de un ataque al corazón en medio de los estridentes chirridos de las chicharras, en un
respingo de vida hacia la muerte; esa noche en medio de un remolino de murmullos durante el sueño, la vi transportarse
alcanzando mi rostro con sus manos y en un leve pero claro susurro con precisión y claridad musitó, eres mi
alter ego...
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12 Todos los plazos se cumplen
Caminaba
por la amplia avenida hacia su oficina ubicada en el centro de la ciudad; enjuto, con la espalda inclinada como si el paso
de los años hubieran querido dejar marcada su huella, no tenía prisa alguna; vestía un traje negro,
camisa impecable blanca, corbata azul y zapatos negros bien lustrados; de tanto en tanto miraba sin ver a algún
transeúnte que pasaba a su lado; su profesión en la que se desempeñaba con absoluta responsabilidad y
conocimiento de las leyes le habían dado una jerarquía y reputación reconocidas no solo en la ciudad,
sino en el país; notable jurisconsulto jamás perdía un caso; una tarde me acerqué a la Corte para
consultarle acerca de una situación legal de una paciente quien padecía una severa enfermedad mental; con absoluta
claridad me dejó establecida la problemática jurídica de la enferma; al despedirme, sonrió y me
dijo, todos los plazos se cumplen. Al otro día al abrir el periódico encontré en la página
necrológica la invitación a su sepelio.
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13 Mi tío Joffre
Era
un hombre tranquilo, de hablar pausado, maestro por vocación dedicaba la mayor parte del tiempo a la enseñanza;
en las tardes preparaba con rigurosa disciplina el material docente para el día siguiente; El día que lo vi
por primera vez, yo tenía siete años y a esa edad me pareció viejo, pero luego supe que tenía
treinta; lucía una gorrita con los colores de la bandera nacional, tejida con hilo calabrés, me miró
de pies a cabeza diciendo, tú sin duda alguna eres "la pajuda", dándome a entender que hablaba hasta
"por los codos", sonreí y le tendí los brazos alrededor del cuello; nuestra amistad se selló
en ese abrazo; los domingos me llevaba a casa de su novia, caminábamos por la calle Rocafuerte, deteniéndonos
en los anuncios para que los leyera en voz alta, me encantaba el de las llantas "Michelin" cuyas luces subían
y bajaban acompasadamente; durante el trayecto me explicaba las innumerables preguntas, que una tras otra le formulaba, pues
mi curiosidad de niña era insaciable, él respondía a todas con palabras sencillas; sin darnos cuenta,
nos acercábamos a la calle Luque y de inmediato estábamos tocando el timbre en la casa de Lolita, su novia;
almorzábamos la comida típica de los guayaquileños de "cepa", tallarines de gallina; el noviazgo
le duró diez años, el matrimonio apenas tres meses; un día se fue a trabajar a Machala, no lo volví
a ver nunca más, hasta que lo trajeron envuelto en una sábana blanca, había muerto solo, a mi edad comprendí
que me había quedado sin su compañía, nunca más encontraría otra igual...
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14
El Ladrón
A las diez de la mañana la casa lucía ordenada y limpia; la madre una mujer hacendosa,
despidió a sus hijos a la escuela temprano, previamente desayunaron y ella se encargó de que sus maletines con
sus útiles escolares estuvieran listos la noche anterior; su rostro agraciado mostraba pequeñas pecas salpicando
sus mejillas; el trajín comenzaba a las cinco cada día, el olor a café recién colado, se filtraba
por el corredor despertando a todos; sus tareas no terminaban hasta el anochecer; con premura iba de un lado a otro
viendo que los dormitorios estuvieran en orden, las camas tendidas, las ropas en los armarios meticulosamente colgadas, los
baños limpios, la sala y el comedor lucían engalanados con sus jarrones de flores diminutas, blancas, las sencillas
"ilusiones", eran sus preferidas y por supuesto, no faltaban los olores apetitosos provenientes de la cocina
con las ollas a punto de hervir; sintió unos leves pasos que ascendían por la escalera, despacio se acercó
para ver quién era y encontró al hombre que sigilosamente la quedó mirando sin pestañear;
Una gorra negra le cubría la cabeza y la víscera le tapaba los ojos; vestía blue jean desteñido,
camiseta blanca curtida y zapatos sucios de lona; entonces ella con esa sonrisa amable y caritativa lo miró fijamente
y le dijo, "caballero desea servirse un vasito de leche con un banano" el hombre la observó incrédulo
y sentándose en un peldaño, tomó con avidez lo ofrecido. Al momento desapareció yéndose
en la misma forma como llegó.
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15
Gracias
El patio lucía oscuro a las siete de esa mañana de invierno;
un aguacero tropical inundó las calles de la ciudad unas horas antes; de los árboles chorreaban gotas
que cual lágrimas caían de sus copas al ver el destino injusto y miserable de aquellos seres que por múltiples
sinrazones y circunstancias eran internadas en el nosocomio; recorrí como cada mañana el tramo hasta llegar
a la sala de mujeres de la Institución para enfermas mentales; era oscuro, estaba cubierto a ambos lados de macizos
de plantas que impedían cual muros naturales ver el patio que en esa hora servía de comedor para que las pacientes
desayunaran; me acerque sigilosa hasta la anciana que sentada en una silla de ruedas mordisqueaba sus manos una y otra vez
envolviéndolas en una espesa baba, emitiendo de tanto en tanto sonidos guturales y quejidos de protesta; me miró
con su mirada opaca y entristecida por el paso de los años; hacía cuarenta que la encerraron en el manicomio
y ningún familiar se acercó durante esos años, en los días de visita para preocuparse por su estado.
La auxiliar de enfermería me saludo diciéndome que me alejara
de inmediato de la paciente, pues era sumamente agresiva y podría morderme pues ella misma fue agredida en algunas
ocasiones al acercarse a atenderla; ignoré las palabras de la asistente, tomé un vaso de leche de soya, parte
del desayuno de las ancianas, me acerqué a la silla de ruedas y le di de beber el líquido con lentitud, repetí
la acción tres veces; entonces ante la mirada atónita del personal, la mujer babeante tomó mi mano, la
besó y con total claridad se oyó en el patio ese Gracias que jamás olvidaré.
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16 María Villamar
Cuando llamaron a la puerta eran las diez de la mañana, la
joven sonriente me saludo y de inmediato soltó las palabras atropelladamente, como si temiera no ser escuchada, - "una
comadre me recomendó que me acercara a esta dirección, quiero trabajar como empleada doméstica y aquí
estoy con muchas ganas de comenzar"; la miré con detenimiento y viéndola tan atolondrada la invité
a pasar, ella sin perder la sonrisa comentó, soy del recinto Palo Alto, un pueblo cercano al cantón Colimes;
la observé sin reparo, era menuda, trigueña, con un rostro agraciado, un par de ojos negros vivaces, una sonrisa
que dejaba al descubierto unos dientes blancos y fuertes; el cabello lacio, negro y largo le cubría la espalda hasta
la cintura; me gustó su arrojo - bueno, le dije, cuándo quieres comenzar,- hoy mismo si usted lo desea, pues
acabo de llegar del campo y no tengo donde guarecerme, mi nombre es María Villamar y tengo 17 años recién
cumplidos, soy madre de una niña de tres años la dejé en el campo con la abuela, ella la cuidará
bien; no estoy comprometida, me quedé embarazada con trece años y tengo que trabajar en lo que sea para mantenerla;
hablaba como si de ello dependiera ser aceptada. Los días se sucedían y María se desempeñaba con
desenvoltura; al fin del mes viajaba al pueblo para ayudar con su sueldo a la abuela y a la pequeña; el tiempo seguía
su curso, así fue como conoció al hombre con el cual se casó; a los nueve meses nació una niña,
vivaz, inteligente y bonita, ella era la alegría de la casa, la dicha se esfumó al poco tiempo, pues una grave
dolencia, la leucemia se instaló en su sangre; María no descuido ni un minuto el riguroso tratamiento, durante
cuatro años iba y venía con su pequeñita al hospital de enfermos con cáncer; seguía al
pie de la letra todas las indicaciones médicas, la dieta era a base de frutas y vegetales; cuando pensábamos
que se había sanado nos dejó para siempre; María se sumió en el dolor y la desesperación,
poco a poco llegó la resignación. Han pasado 35 años y aún recuerdo su llegada como si fuera hoy;
el tiempo se ha ido sin darnos cuenta, yo soy abuela y ella también; prepara las comidas más ricas y suculentas,
se siente orgullosa cuando recibe elogios;- el gusto está en los refritos, esos le dan a los platos el sabor exquisito;
no es una empleada, es mi familia, conoce todos mis secretos y los guarda celosamente, la quiero y me quiere y eso es más
que suficiente.
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17 La Mariposa Negra
Sus parientes aunque lejanos habían llegado tiempo atrás de Nigeria;
así que por raíces ancestrales la negritud estaba latiendo en sus venas, igual que las creencias que pasaban
de generación en generación, inculcadas por abuelos y tíos; creía a pie juntillas en la resurrección
de los muertos; las deidades africanas y las historias de la mitología Yoruba, las aprendió desde niño;
conocía los Pattakies, que no eran otra cosa que las historias o relatos en la tierra, sobre Babalú, Elegua,
Obatalá, Shango, Yemaya y profesaba un sincretismo entre los dioses cristianos y los africanos; el Egungú, culto
a los antepasados, y su visión de la muerte las tenía internalizadas firmemente en su cerebro; Fermín
un mestizo fornido y ágil como el que más acababa de cumplir quince años; los rituales se cumplieron
durante tres días, el jolgorio fue copioso en comidas, bebidas y bailes; no pudo asistir a éstos el abuelo quien
había caído enfermo tres días atrás; era fuerte como un roble y era quien le enseñó
las primeras letras, los bailes y acrobacias de la Capoeira que eran celebradas por los curiosos quienes se acercaban a observar
y a aplaudir los saltos y contorsiones del muchacho; esa mañana de Abril se despertó triste, un raro presentimiento
le oprimía el pecho; se aseó y bebió el vaso de leche desganado, fue entonces que al abrir la puerta
encontró en la pared, con sus inmensas alas negras desplegadas una mariposa que sin duda alguna anunciaba la muerte
del abuelo.
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18 El
Desierto
Lucrecia, acostumbraba a dormir tarde, se entretenía viendo los programas televisivos
y esa noche se detuvo en un canal extranjero, le llamó la atención el reportaje que desde Libia llegaba; una
mujer trigueña, delgada, cabellos desgreñados, vestía una bata larga, blanca, cuyo escote dejaba al descubierto
sus senos escuálidos, se encontraba sentada en la arena; las dunas parecían testigos inmóviles observando
la escena, la puesta de sol en la lejanía era de una gran belleza; a su lado una pequeña de más o menos
tres años esperaba ansiosa la comida que su madre se apresuraba a poner en un brasero rústico, unas tortas que
con gran habilidad moldeaba con ambas manos; - ten paciencia Aitana, con voz dulce dijo la mujer, ya mismo están, deja
que se doren un poquito más; la niña de una extrema delgadez, la miró con sus inmensos ojos negros, tendió
sus manitas esperando recibir la ansiada golosina, que habían sido elaboradas con la arena del desierto.
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19 La Médica Residente El estridente pito de la ambulancia despejaba la calle de peatones y vehículos; un ajetreo inusual se observaba
en el barrio, los vecinos curiosos observaban atentamente los movimientos de los camilleros que sacaban con cuidado a una
mujer inconsciente; a la brevedad todo quedó en silencio, los curiosos se dispersaron tan rápidamente como llegaron,
solo se oían los gritos de los vendedores callejeros ofreciendo sus artículos; en la ambulancia la mujer con
la máscara de oxígeno, se debatía entre la vida y la muerte; en breves minutos arribaron al hospital,
con rapidez la introdujeron a la emergencia; las batas blancas se movían de aquí para allá en un ajetreo
incesante; sin decir palabra alguna, la médica residente se acercó, un rictus de amargura se observó
en su rostro marcado por señales de viruela que lo afeaban; miró detenidamente a la paciente y ordenó
con voz de trueno, a ésta hay que amarrarle las manos ya que con toda seguridad dará problemas al salir del
coma; la paciente jamás volvió en sí, se sumergió en un sueño del que nunca despertó;
mientras el tiempo seguía su marcha y la médica-residente hacía cumplir sus órdenes...
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