Niño, cuando esperabas
un color que te sonriera,
la noche de los tiempos

cayó sobre ti
Pasado y presente
Sombras de guerra
en tus ojos tiesos...
manos trémulas de madre
hecha añicos del olvido

Te nombro...
aunque ya no escuchen
tus oídos de polvo y silencio,
aunque el hedor a pólvora
haya enmudecido
tu pequeña voz
ahora brizna en la intemperie
de todos los desiertos

Te busco...
desde antiguas tragedias
de nuevo renacidas
por sicarios mercaderes...
por sus dioses de codicia
y estandartes del dinero

Ellos vedaron
tu estadía en las estrellas,
el lúdico malabar de
enjuagarlas en un sueño
como encendidas canicas

Descarnadamente
no dejaron que fueras,
y sobre el agua simple
de tu mirada
estalló el sonido, las formas,
el hado ominoso del horror
mientras que tú, siempre...
manso arroyo
en un mar embravecido,
tallo verde arrancado
de raíz
y no es de ayer,
sino de oprobiosos ayeres,
como hoy
ensangrentadas cenizas,
parto abrupto de crueldad,
de aciagos egoísmos
que abultan la fortuna,
el ego de unos pocos

¿Por qué
tu huerto de olivos
se ha vuelto estiércol
de encono y muerte?

¿Cómo, el cielo atardecido
vomita cercos de plomo
cuando supo su aire limpio
alzar en andas tu cometa?

¿Quiénes?
proclamados vencedores
se arrogan el trofeo
de tus brazos inertes...
si allá, en las afueras,

¡Montículos de tu cuerpo
al sol se disgregan,
y un barquillo de papel
naufraga en mares de llanto!