l número 3 que estuvo presente durante la vida de Julio Cortázar,
le acompañó, también en su muerte. En una entrevista concedida en noviembre de 1994, Luis Tomasello,
le contó a María Esther Vásquez: "Yo lo llevaba al hospital y lo traía de vuelta. Lo interné
dos veces y él me dijo: ‘Si entro una tercera vez, ya no salgo'. Y así fue. Desgraciadamente hubo que
llevarlo una vez más; nunca olvidaré ese día. Fui a buscarlo, se levantó de su sillón,
fue hasta la puerta, se puso su gorra, miró los libros y luego la habitación como si los viera por última
vez. Un rato antes me había dicho: ‘Si esta pelea fuera a siete rounds, la gano. Pero a doce no creo'."
El doce es un múltiplo de tres. Creo que no hay nada más que decir. También tres personas le acompañaron en su hospitalización previa a su
deceso: Aurora Bernárdez, Luis Tomasello y Saúl Yurkievich, las mismas que estuvieron a la hora de su muerte,
el 12 de febrero de 1984. La causa del fallecimiento fue por leucemia mieloide crónica según el diagnóstico
del doctor Modigliani. En este sentido Cristina Peri Rossi argumenta que la causa real fue el VIH producto de una trasfusión
que recibió Cortázar, en el hospital Aix-en-Provence, teoría que también comparte su biógrafo
Mario Goloboff; para la época ésta era una enfermedad desconocida. Su entierro fue el 14 de febrero pasadas
las once de la mañana, era el Día de San Valentín, el día que se celebra a los enamorados. Tenía
69 años. Julio Cortázar fue coherente
con su pensamiento y su vida; jamás se doblegó a intereses personales o de particulares. Intentó unir
política con literatura en un esfuerzo por armonizar dos conceptos que fueron y siguen siendo un tema muy espinoso;
su esfuerzo lo llevó a incursionar en textos de carácter hibrido que muchos cuestionaron, pero jamás
cayó en el panfleto o en el facilismo de escribir por encargo. Como bien lo expresa Francisco de la Guerra: "En
la época difícil y contradictoria que vivió, esa fue su propuesta última, tomarle la palabra a
la revolución -ya se dijo qué revolución: política y espiritual; libertaria, socialista y democrática;
plural y popular-; con el fin de que, parafraseándolo, diera lo suyo a cada uno sin hacer pedazos a nadie. Por tal
razón postuló un proyecto de esperanza fundado en una palabra libre de prejuicios y tabúes, que correspondiese
a un hombre liberado por esa misma palabra emancipada.
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Hasta el 12 de febrero de 1984, esa fue una de sus
últimas batallas con la literatura y con la historia. Quizá en ese momento atisbó "el otro cielo",
"el reino milenario", o al fin pudo reunirse con Marx y Holderlin, Lenin y Rimbaud, o simplemente, si le dio la
gana, caminó tras de su sombra sobre ese puente latinoamericano alzado entre París y Buenos Aires." (Francisco
Emilio de la Guerra Castellanos, Julio Cortázar, de la literatura y revolución en América Latina, D.
R. Unión de Universidades de América Latina, México, 2000, P. 207) Cortázar nos dejó un gran legado literario,
filosófico, ético, político y cultural. Su clara convicción de una personalidad armónica
hizo que su vida fuera una batalla por la desalienación de la sociedad, contra la Gran Costumbre, para llegar al ser
humano integral, a un humanismo sin fronteras. Quedan
en el tintero algunas cosas: las tres partes de Rayuela -el lado de acá, el lado de allá, los capítulos
prescindibles, su triple lectura; 62 Modelo para armar con sus tres ciudades -París, Londres, Viena- y sus tres parejas,
sus tres "tártaros"; los tres poemas eróticos, escritos en Kenia, dedicados a C.C.; Historia de cronopios
y de famas con su tríada de personajes característicos; los tres editores que tuvo Cortázar lo largo
de su vida, según el profesor José Luis de Diego; los tres caminos de Damasco; los tres Julios, Verne, Silva
y Cortázar, los 33 días que duró el viaje París-Marsella que está contado en los Autonautas
de la cosmopista. En fin, hay mucha tela por cortar y queda una deuda que tendrá que ser subsanada en el futuro.
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