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LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA |
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NOTA DE PRELANZAMIENTO. Enero 1o. 2011. Editorial Ave Viajera |
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JOSEPH BEROLO RAMOS: ESE
OJO AVIZOR QUE NO LE HACE CONCESIONES A LA NOCHE. SU NOVELA HISTORICA: LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA Por Carlos Garrido
Chalén El gran estratega
chino Zun Tzu, decía que quien conoce el arte del acercamiento (directo e indirecto) y de la maniobra, tiene asegurada
la victoria; y le hacía eco a Takeda Shingen, que aconsejaba "Cuando acampes, hazlo tan rápido como el
viento; en la marcha reposada sé majestuoso como un bosque; en el ataque y el saqueo, como un incendio; cuando te detengas,
permanece firme como una montaña. Insondable como las nubes, muévete como un trueno". Y lo traigo a colación,
porque eso mismo es vital para trascender dentro de la literatura, como imprescindible, de otro lado, es acreditar entrega
y consecuencia: ese albor de sabia nutriente que crece en los nogales, y mueve e impulsa, sin excepción, para que puedan
volar, todas las aves del Cielo.
Pero
cualquiera no escribe una novela histórica. No porque haya perdido en este siglo, la inmensa vitalidad que tuvo como
sub género narrativo en el romanticismo del siglo XIX, a través del escocés Walter Scott (1771-1832),
con su "Waverley" (1814), el norteamericano james Fenimore Cooper (1789- 1851), con "El último mohicano"
(1826); y los franceses Alferd de Vigny (1797-1863), autor de "Cinq-mars" (1826), Víctor Hugo "Nuestra
Señora de París" y Alexandre Dumas (padre) "Los tres mosqueteros", sino porque exige una suerte
de búsqueda más minuciosa y deliberadamente racional de los datos y acontecimientos que se narran, sin que eso
signifique abdicar de la imaginación. Ese aire socio político investigativo, ese mirar hacia el pasado para proyectarse hacia el futuro,
ese ojo avizor que no entra en concesiones con la noche, que se sumerge en rituales idiomáticos de fe, es el que ha
elegido, el gran poeta y escritor colombiano, Joseph Berolo, para escribir su novela "LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA",
como antes, lo hicieron los polacos Józef Ignacy Kraszewski y Aleksander Glowacki (Faraón, en 1897) y, el premio
Nóbel Henryk Sienkiewicz, que escribió "A sangre y fuego" (1884),"El diluvio" (1886), "El
señor Wolodyjowski" (1888) y su obra maestra "Quo Vadis?" (1896); el italiano Alessandro Manzoni con
"I promessi sposi" (o "Los novios"); el alemán Theodor Fontane y su "Antes de la tormenta"
(1878); y los rusos Aleksandr Pushkin con "La hija del capitán" (1836) y León Tolstoi (1828-1910)
y su "Guerra y paz".
Actuando a la manera de Winston
Graham, quien compuso una docena de novelas sobre Cornualles a finales del siglo XVIII, Gustave Flaubert ("Salambô",
1862) o Benito Pérez Galdós con sus "Episodios nacionales"; la finés Mika Waltari ("Sinuhé,
el egipcio o Marco, el romano") y Robert Graves, (Yo, Claudio, Claudio y su esposa Mesaina), "Belisario", "Rey
Jesús...), Joseph Berolo Ramos, ha conseguido arribar a la plenitud de una obra extraordinaria, escrita con el corazón
y el alma, para mostrarnos los interiores multicolores de una historia que sus propios personajes han pintado con las brochas
del dolor, de la incomprensión, de la vergüenza, de la venganza, del celo y de la envidia, pero también
de la esperanza más incontrastable.
En esa obra, que puede
competir en calidad con las novelas de los puertorriqueños Luis López Nieves "El corazón de Voltaire"
y Mayra Santos-Febres "Nuestra Señora de la Noche", del cubano Alejo Carpentier (El siglo de las luces o
El reino de este mundo, entre otras), del argentino Manuel Mújica Láinez con Bomarzo, El unicornio y El escarabajo,
del peruano Mario Vargas Llosa "La fiesta del chivo" y de la chilena Isabel Allende "La casa de los espíritus",
Joseph Berolo Ramos oficia, no de nigromante para hablar con las sombras, sino de ángel bienhechor para retro juzgar
con aires de plenipotenciario del corazón, las maneras humanas de sus personajes y las costumbres de su país
tiznados por el tiempo. Me
hace recordar mucho, no a Mariano José de Larra (1809-1837), que en "El doncel don Enrique el Doliente" compite
con "Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar" de José de Espronceda (1808-1842), pero si
a Manuel Fernández y González, que escribió con aires de rompedor de estigmas "El cocinero de su
Majestad". Más cercano al realismo de Luis Coloma que al de Benito Pérez Galdós o Pío Baroja.
Si viviera, José María Merino, diría que tiene su galope, esa magna carrera de galgos que hace resonar
las palabras de "La tierra del tiempo perdido". Pero yo digo que antes que eso, el ajuste de miradas, la contemplación
heroica, que llevó a Miguel Delibes a escribir "El Hereje". "Los Fantasmas del Tequendama" recrea su argumento, a partir del
asalto guerrillero perpetrado en la madrugada del 6 de Abril de 1929 a un pueblo indefenso llamado Palmarito, situado en el
Valle de las Palmas, al oriente de la capital de Colombia, retratando el rostro íntimo del fantasma de la guerra fratricida
que ha herido y sangrado de muerte a Colombia desde comienzos del siglo XX.Sin pretender en verdad asumir la novela como un
tratado netamente histórico, Joseph Berolo teje con maestría un escenario ambientado a la época de los
hechos, de proporciones muy cercanas a la realidad del mundo social, político y religioso de la época; y en
ese terreno donde se juegan las más extrañas fichas del sentimiento familiar, social, cristiano y político
de sus actores, hace aparecer como un milagro del infierno, a Matilde Cienfuegos. Su furtiva figura escurridiza por el apacible
ambiente de la plaza mayor de Palmarito, delata rápidamente la inminente llegada del amanecer de un drama sin precedentes
en la historia de ese pueblo. Uno de sus tres hermanos, Amadeo Cienfuegos, Alcalde militar del lugar, es asesinado durante
el ataque cumplido por unos cien hombres dirigidos por su propio hermano, Calixto Cienfuegos, el belicoso alcalde civil de
un pueblo cercano.
La sangre fraterna derramada ese día
correría por las calles de Palmarito y el cauce formado a su paso se engrosaría con la de los lugareños
y asaltantes caídos por esa causa y seria precursora de muchos otros ríos de sangre brotados de las venas abiertas
de miles de colombianos sacrificados desde entonces.Libres del yugo español ciento veinte años atrás,
los colombianos no habían podido liberarse del tirano más cruel y vengativo que un pueblo pueda tener cuando
se convierte en depredador de su propia libertad y encuentra eco en dirigentes de la calaña de Calixto Cienfuegos.Curiosamente,
este hombre en particular tiene a su lado, para bien o para mal, a un hombre santo pero fatídicamente unido a su infame
proceder: su otro hermano, Monseñor Simón Tadeo Cienfuegos cura párroco de Palmarito en quien recae la
decisión de condenar o perdonar a Calixto y así dar fin o principio a su desmedida ambición política.
Hechas las paces sobre la tumba de su difunto hermano, aparece
entre ellos y su pueblo el más esperanzador de los personajes que pueda surgir en cualquier contienda humana: La Paz,
descrita en una asombrosa alegoría de proporciones metafísicas, los Cienfuegos y todos los actores del drama
vivido, juran sembrarla en todos los rincones de su agitado Valle y lo hacen con tanto esmero y consagración que logran
cosechar sus frutos en tal cantidad que les sobra para dar y repartir Paz al mundo entero.Así lograda, se establece
entre ellos un paréntesis de calma, chicha obviamente. El acuerdo terminaría siendo menos valioso que el arrugado
papel periódico de los edictos donde fue inscrito. Sus garantes serían los instrumentos de su debilitamiento
y desaparición. Simón Tadeo con su empeño en mantener su hegemonía política y espiritual
sobre sus feligreses; Calixto Cienfuegos, convertido en camaleón para tomarse el poder político del pueblo y
la región, y Matilde Cienfuegos con su horrenda capacidad para conspirar contra ellos. Bajo sus oscuros designios,
la Paz dejaría de crecer y las consecuencias a sentirse con el advenimiento de peores calamidades nacidas de su diabólico
proceder y el no menos infernal de Calixto. Al
igual que muchos de sus homólogos en la política nacional, Calixto Cienfuegos finge arrepentimiento por el crimen
cometido y engaña a la sociedad entera que desconoce el alcance de su ambición política."A partir
de ese momento, y con la callada aceptación de Simón Tadeo, fue notoria su presencia dominante de la vida de
sus contemporáneos confiados en su palabra de líder capaz de conseguir la Paz tan anhelada. Lejos estaban de
saber el alcance de sus ambiciones. Por
su lado, Matilde, esperanzada en ser reconocida y valorada por los servicios que presta a sus engrandecidos hermanos, se prepara
para ejercer los derechos que cree merecer, que le son negados por ellos. A su vez, Simón Tadeo impone la justicia
divina a quien la infrinja, condenando o perdonando según su criterio de clérigo inclinado a servir causas favorables
a la suya. Es así como se crea un nuevo escenario dantesco. Simón Tadeo muere de pena moral a causa de su descarriada
hermana Matilde. Su muerte precipita los acontecimientos que habrán de conducir a la muerte política de Calixto
Cienfuegos. Matilde, huye hacia su enclave familiar construido siglos atrás y Calixto abandona igualmente del pueblo
y desaparece sin dejar rastro alguno de su paradero. Mientras todo eso sucede, Joseph Berolo con su pluma fulgurante, abre el escenario para permitir
la actuación de nuevos personajes cuyo destino será el de cruzarse y enredarse con el de la infame Matilde Cienfuegos.
Es el de presentación de la grandiosa inmigración europea hacia América y su impacto en la historia inmediata
y futura de Colombia. La privilegiada tierra colombiana recibía por esos años de la década de los 30,
el alma, la vida y las esperanzas de los inmigrantes europeos y de otras regiones del mundo en apurada marcha hacia el fabuloso
Dorado en la búsqueda de su conquista.Enigmático poderoso y eventualmente trágico es el encuentro de
uno de esos inmigrantes con su destino: el de Giuseppe Bresni, un noble y distinguido joven suizo italiano, con Magda de la
Rosa, la romántica hija única del hogar de un prestigioso hombre público.
Predestinados para vivir su amor y por vivirlo, a morir prematuramente y con su muerte condenar
al bastardo que procrearon, al más horrendo de los castigos que pueda sufrir ser alguno por el solo hecho de haber
nacido. Mío, así llamado por su desventurada madre, llega al mundo bajo la sombra de Matilde Cienfuegos, enigmaticamente
convertida en chaperona de su amada Magda. No cuenta aún con unos pocos días de vida, cuando su padre es empujado
al suicidio por la pérfida Matilde quien le niega el derecho a vivir para salvar a su amada y a su
hijo de la vergüenza y el repudio de la sociedad bogotana. Magda, partiría igualmente unos meses después,
dejando en manos de la pérfida Matilde el fruto del trágico romance. La tenebrosa carga mortal de
su conciencia asesina, su frustrada ambición social y política, su fanatismo cristiano aplicado a la búsqueda
de bienes materiales, su miserable condición de mujer consumida por el fuego de una agobiante sexualidad insatisfecha,
la carencia de toda clase de afecto sentimental incluyendo el de sus padres y el de sus hermanos pese a su deseo de emularlos
y servirles, y la más absurda de las circunstancias, la convierte en el tenebroso y trágico personaje,
Némesis del infeliz huérfano condenado a ser el instrumento de sus horrendos designios. En el horizonte de la época, se levanta y crece el monstruo de la II
guerra mundial y sus consecuencias a sentirse en Colombia misma. Su noble capital, Bogotá, ardería un 9 de abril
de 1948 y se partiría en dos y sus mitades abismales se verían pobladas de una nueva generación de seres
encargados de mantenerla enfrentada a un destino sin final de barbarie social y política sin precedentes en la historia
de su existencia soberana. En esa fecha, derrotada por la turba malhechora que estuvo a punto de acabar con el orden social
y político de Colombia, y le arrebató a quien ahora proclamaba ser el hijo de sus entrañas, Matilde--
("Única mujer y último retoño del General Simón Patricio Cienfuegos del Valle y su esposa
Doña Justa Montero Méndez, prácticamente ignorada desde su nacimiento por su padre a quien solo le importaron
sus hijos Simón Tadeo, Amadeo y Calixto, a quienes educó en máximos saberes culturales y logró
ver crecer a su manera de ser de combatiente de mucha andanza, según contaban los conocedores de su historia"),--
se convertiría en una oscura delincuente errante por entre las ruinas de la capital colombiana, en donde se encuentra
nuevamente con Calixto Cienfuegos convertido en líder de los incendiarios que quisieron destruirla y con él
y sus seguidores se pierde en el misterio selvático de la cordillera oriental en cercanías del escenario de
sus pasados crímenes, el Valle de las Palmas.
Joseph
Berolo Ramos, con una sabiduría que le viene de sus antepasados, habiendo conocido y sufrido en carme propia
el horror de la tragedia del 9 de abril , recrea en Mio, alumno como su creador, del Instituto de la Salle de Bogotá,
el carácter noble y pastriotico de esa noble generación de juventudes de 1948, y lo convierte
en abanderado de su generación, la que fuera entonces responsable de la reconstrucción de los valores morales de
la patria. Es así como Mio se esmera igualmente en la reconstrucción de su propia vida.
Es así como llega a Palmarito a desempeñarse en su primer empleo en el Banco Agrario de esa población.
El destino lo colocaba nuevamente en el camino de Matilde Cienfuegos. Lo que le ocurre a partir de ese horrendo instante de
su reencuentro, es sólo comparable con la huida de todos los seres de la tierra que desde la Creación han venido
escapando de algo o de alguien.
Creo con seguridad que estamos
ante una obra excepcional por donde se le mire, incluso sin llevar la correlación de los acontecimientos o hacerle
un seguimiento secuencial al argumento, lo que, para comprobarlo, me he permitido adrede, desgranar líneas arriba y
más abajo. Joseph Berolo Ramos, con "Los Fantasmas del Tequendama", se consagra como un escritor felizmente
no del montón, sino de colendas. No por la turbulenta pero atractiva historia que con oficio de desgranador de mazorcas
de maíz, ha magistralmente expuesto, sino por el lujo en el trato de un idioma que se prestó para los logros
concomitantes de la novela. Maestro en el trato de la palabra, pero sobre todo de la descripción minuciosa de las circunstancias,
le ayuda excelentemente su trabajo de poeta. Y entonces juntos: el aeda y el narrador que para ese efecto se unifican, emprenden
el conteo, la prédica de una historia rica en sabores y contenidos, que estoy seguro dará mucho que hablar a
las distintas generaciones de su país y el mundo. La novela de Joseph Berolo Ramos inquieta al enemigo, porque sabe que una victoria no se consigue
repitiendo tácticas, sino respondiendo a las circunstancias, con una variedad infinita de caminos. Como lo hicieron
en su oportunidad Marguerite Yourcenar con "Memorias de Adriano"); Noah Gordon, con "El último judío";
Vaquib Mahfouz con "Ajenatón el hereje" y Umberto Eco con "El nombre de la rosa", entrando con
habilidad a una dimensión insospechada, como el viento, como el rayo, como el relámpago, dándole a las
palabras el valor y el suspenso exacto, la fuerza necesaria justo ahora que necesitamos de una literatura
vital innovadora que nos respalde contra la injusticia, la debacle y la muerte, pero que además cree belleza y tenga
la fuerza y la potencia de una ballesta completamente tensa que se lanza como el halcón tras su objetivo. Carlos Garrido Chalén Tumbes, Perú
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