MENDICANTE
Tus lágrimas no son mentiras
fabricadas.
Pero
sí son gotas de agua bendita.
Agua derramada con cada recuerdo,
de nostalgia, de pobreza, de abandono.
Algunos te hacen invisible...
¡No existe espacio!
¡No existe un tiempo!
Mucho menos quien llora.
¿Quién eres, estás
aquí?
¿Has
contado cuántas lágrimas te quedan?
Mucho menos, cuántas has derramado.
¡Al vacío! ¡Al olvido! O quién
sabe...
si
alguno sienta tu agonía.
Dime por qué lloras, anciana mía.
¡Dónde tu consuelo! ¡Dónde tu alegría!
Padre Amoroso..
Sucio y desdichado estoy,
ofendido por mi propia
lanza del desprecio.
Arrastrado está mi corazón
y no hay más fango que
cubra mi clamor.
No hallo salida en mi rincón
de desidia y, enterrado en vida
con mi triste agonía,
seguiré acabando
si
no confieso que creo en tu perdón.
Vagando con mis
pies desnudos
por
caminos que aún son oscuros,
quiero avanzar al refugio que espera
mi alma inoportuna
Sé que en Él hay agua de vida
y alimento que refuerza la dicha;
aliento que levanta mi caída sonrisa,
y manos de Padre que cobijan
mi alma en la dura brizna.
Como hijo pródigo, me confieso
y regreso a tus brazos, Padre bueno,
confieso que creo en el amor,
ya que sin él nada puedo.
He visto
que
avanzar no debo apartado
del
ardor entero de tu corazón verdadero.
Heme aquí,
Centinela de la Espera,
desnudo mi alma a tu corazón
bondadoso y doblo mis rodillas
colocando mi opacada vida
en tus manos de dulce y eterna ternura.