e-mail: oretomartinez1@gmail.com
Misión como miembro de Uniletras.
Trabajar por la paz y la concordia mundial a través de las letras Como profesora que soy, he trabajado y trabajo por
inculcar calores en mis alumnos. Profesora
de Lengua y Literatura Agradezco a Cristina Oliveira Chávez su invitación a pertenecer a Uniletras. María
Oreto Martínez Sanchis Valencia España.
PAZ
I
Vestida de esperanza, con alas de guipur,
planeas por un mundo plagado de conflictos
buscando la alianza de los nobles espíritus
que suplican la
calma en un orbe sin luz.
Vestida de azucena y henchida
de virtud,
diáfana reluces entre dulces arpegios
cuyas notas románticas resuenan en mi pecho
colmándolo
de dicha, bondad y gratitud.
Vestida de paloma, alba como la nieve,
te han retratado artistas percibiendo
tu esencia,
símbolo de pureza, aroma de inocencia
que encadena la Vida y en libres nos convierte.
Vestida de fantasma y en el mundo onírico
Te adivino y jugamos demorando
tu ausencia.
Ojalá que en mi ánima perciba tu presencia
y el mundo se encamine hacia un futuro mítico.
II
La inteligencia es don propio del pacifista
que
busca la belleza, la bondad y el amor.
El cruel desalmado sólo causa dolor
al espíritu fiel que alimenta
el artista.
III
CARNAVAL ROMÁNTICO
Hoy se
aman los duendes y las hadas.
Han roto sus artilugios mágicos
y la paz se ha instalado en su corazón.
Se han abrazado como enamorados
y en el teatro han danzado un baile de salón.
La gente los contemplaba
con mirada insolente,
insegura de un prodigio en el que nunca creyó,
mientras escuchaba el taconeo rítmico
de unos amigos bailando al son del acordeón.
Hoy se aman los duendes y las hadas
y por fin la guerra
sucumbió al amor.
Hoy el mundo cambió su traje de luto engarzado
por el de fiesta tatuado en el corazón.
Hoy bailan a ritmo de samba,
carnaval de Río en la imaginación,
y el orbe sonríe gozoso
porque el teatro mundano cambió.
Sólo los
abanicos conservan las hadas
que prudentes levantan en su protección,
mientras pestañean con un deje
nostálgico
observando la azulada mirada de los duendes
que osados las contemplan sin ningún pudor.
Hoy se aman los duendes y las hadas
y la tarde huye presurosa por el rubor,
feliz porque la guerra tendrá
que hacer las maletas
y en la Tierra sólo brillará la ilusión.
María Oreto Martínez
Sanchis
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PASIÓN Y MUERTE
Estancada en los abriles, el agua muere de pena
mientras el jinete baila encadenado a
su jaca.
La sangre, como un rubí, reluce en la boca buena
del bronce gitaneado de su tez bella y opaca.
Clava las fieras espuelas en los flancos de la yegua
que relincha prisionera de dientes de cascabel.
Su callada
mansedumbre añora de su amo tregua
para que no hunda su espuela y le sirva de broquel.
Ignorante el señorito,
excita a la potra brava
hasta que la sangre brota del canela de su piel.
Un río de vida nueva corriendo como
la lava
tiñe gardenias de rojo como si fuera un pincel.
II
"No
llores, mi jaca hermosa. Perdona..., ten compasión...,
pues amar es una hoguera que conduce hasta la tumba
si no se expresa con brío y con cierta permisión.
Guitarra de mis pasiones, sembrada está ya tu
rumba,
mi leche riega tu cueva y nuestro sudor se funde
en un té caliente y tierno en el que grito tu nombre,
mientras mi corcel alado entre tus pétalos se hunde
y tu primavera se abre al calor de un flamante hombre,
un nuevo hombre enardecido por la flor del corazón".
III
Lanza puñales la luna, puñales llenos de rabia,
atisbando
a los amantes que jadean en la tierra.
Nota el malvado despecho que la apaga como sabia
y se convierte en la faca
que originará la guerra.
Un manto de nubes negras cubre a los enamorados
cuyos alegres resuellos oye la sedienta
luna.
Ya no puede contemplar los bellos cuerpos mojados
ni el zigzag impenitente entre la hierba que acuna.
Solo
desea alcanzar, en un alarde de audacia,
a la ladrona insensata que arrancó de su poder
aquellos ojos de
magia, y que sembró la desgracia
entre una egregia deidad y su adorado querer.
IV
Un rayo rasga la noche, un rayo de luna
huera,
azabache clandestino dispuesto a vengar su afrenta.
El rayo alcanza una rama, cruel navaja traicionera
que se arroja sobre el lomo de la potra que atormenta
los designios de la luna, sus anhelos y creencias.
La yegua,
que cabalgaba a su amante en la floresta,
cae yerta entre sus brazos, malherida, sin consciencia.
La luna aparta
las nubes y de la elevada cresta
lanza otro rayo dañino que acabe con su rival.
Pero el caballo sin rumbo
y con llanto en la mirada
cubre el cuerpo malherido con frenesí angelical.
Fenece el alma aurífera
junto a la mujer amada.