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MARIPOSA, MUÉSTRAME TUS ALAS Cuando era niña pasaba horas viendo cantidades de
mariposas sobre los charquitos de agua en tierra mojada por las lluvias recientes. Eran todo un enigma, verlas amontonaditas
entre sí, con las alitas hacia arriba, yo nunca sabía, ¿estaban bebiendo? ¿Buscaban barro para
hacer sus nidos? ¿Qué hacían? Quizás la siesta les daba calor y sólo se estaban refrescando.
Misterio, tal como me ocurría durante las noches de verano en Quebrada Honda (cerca de Unquillo) Los chicos nos juntábamos
para el último juego, antes de ser llamados para ir a dormir entonces cazaba luciérnagas las llevaba contra
mi pecho, hasta la entrada de la casa, allí en complicidad con mi nona María, las ponía dentro de un
vaso puesto al revés sobre la mesita de luz. Nunca nunca, al otro día estaban, aunque sí; ¡El vaso vacío!
yo me preguntaba: ¿Qué había pasado? Pero, la mirada de inocencia de mi abuela era certera a todas mis
dudas confirmando, simplemente, se fue a su casita, extrañaba a su mamá, a sus hijitos. Yo me quedaba fascinada, ¡con
qué fuerza había levantado el vaso! Ahora pienso sobre la astucia del engaño, una vez yo, dormida, seguramente
mi abuela levantaba el vaso y; hacía que mi tesoro volara hacia la ventana encontrando su libertad. Mi idea de retenerlas
no era de niña mala, es que le temía a la oscuridad. Como me maravillaba la luz de éstos insectos, ellos
me serían útiles hasta que me durmiera. Es que no podía dejar la luz encendida durante toda la noche;
porque compartía la habitación con mis hermanos mayores, y eso: estaba penado. Al crecer mucho, Leí un artículo sobre: efecto
mariposa sus proverbios, su mensaje: El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo ¿Será por eso que
cada día, vemos menos mariposas? Hemos renunciado a ellas, diferentes insecticidas usados para matar otras alimañas
como mosquitos, moscas, cucarachas y, los que se utilizan en los campos para preservar las cosechas han hecho que ellas también
vayan desapareciendo. No he visto cuándo o dónde caen quizás vuelen hacia otros cielos menos peligrosos. Mi
cuento, comenzó de una manera distinta, con mucho de verdad pero me pide palabras de poeta, por eso tengo que contar
lo que aprendí cuando era niña. Sobre el aleteo de las mariposas. Simplemente por esas casualidades que nos
privilegia la vida por el sólo hecho de ser niños, la naturaleza se abre de otra manera con nosotros; como en
complicidad, tenemos ciertos dones, oímos ciertas palabras que, oídos extremadamente más preciados de
adultos no pueden entender.
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Un día mi abuela, cuando se sintió enferma,
por su decisión, lo convocó. Le pidió que no me dejara sola, sólo fueron días, antes de
irse al cielo. La vejez, los achaques del cuerpo, doblemente castigado, tenía que abandonarlo para descansar. Se fue
tranquila ella sabía que había sido escuchada. Parecía
ser como las dos de la tarde de una siesta caliente, de esas que después traían el alivio de las lluvias saltaba
yo de dos en dos por las escaleras que me llevaban hasta la casa allá en Quebrada Honda, cuando me llamaron por mi
nombre dos angelados seres minúsculos de alitas imperceptibles por el constante aleteo. -Niña niñaeyyy...
Sí, tú, la que anda haciendo tanto ruido por sus saltos, acércate un poco más que necesitamos
pedirte algo- Maravillada por tanta belleza aunque su tono imperativo me asustara un poco, me fui acercando despacito casi,
casi sin caminar hasta el jardincito que rodeaba las escaleras y que luego iban más allá,alejándose del
parque de las flores. Eran dos seres vestiditos uno de verde oscuro el otro del color limónamarillito. La piel era
rugosa pero las alitas transparentes, en constante movimiento refrescaban mi rostro como dos ventiladorcitos. Me contaron
sobre su próximo viaje. El viaje a través de los siglos que hacían cada cien años. Se estaban
preparando porque ésta vez iban a ser muchos más, se les habían sumado otros seres, todos alados que
sintiéndose amenazados se querían ir con ellos. Cuando
pregunté, muy despacito, hacia dónde irían, el verde oscuro frunciendo el ceño dijo: ésas
no son preguntas que debe hacer una niña en cambio, el amarillito y sin temor a desafiar su amigo, me habló
de emigrar todos juntos más allá de la presencia molesta de los hombres Pero que no temiera por sus ausencias,
sería sólo por un corto y determinado tiempo. Cumplidos cien años, regresarían todos nuevamente.
-Te avisamos de nuestro próximo viaje, porque dentro de unos 40 o 50 años, cuando seas escritora deberás
decirles a los tuyos, que sepan esperar, no castiguen a los más rezagados en el tiempo aún no pueden acompañarnos
por no saber sobre esos temas del aleteo. Les contarás les dejamos nuestra presencia a modo de recuerdo...para que
sepan que esto no es un abandono simplemente, emprendemos un viaje en distancias para preservarnos de la ignorancia. Podrías
divulgarlo ahora, pero te mirarán con ojos extrañados, espera un poco mientras, crece con amor en este mundo
al cual por ahora abandonamos. Al crecer, escucha nuestro aleteo con cada uno de ellos te dejaremos nuestros mensajes para
que se los cuentes a los más pequeños; los que seguirán tu camino. Cuando crezcas y pases por Quebrada
Honda, ella; ya no será la tierra de tus sueños, serán ladrillos, olvidos, esqueletos huérfanos
de misterio. Don Divo, su administrador, andará recorriendo los espacios como fantasma de ensueños tampoco él
podrá comprender sobre abandonos. Pero tú que eres la niña que plasmará en letras algún
día el paso de nuestro aleteo, serás capaz de recordarnos ufanos, revoloteando esperanzas en tierras lejanas
recordando siempre que con cada uno de nuestro simple aleteo podemos cambiar el mundo.
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LOS BICHOS DEL ABANDONO Sebastián viajaba sentado en la parte de atrás del viejo
ford. No miraba el paisaje, porque se sabía el recorrido de antemano. Sostenía su pequeña maleta
contra el pecho como si fuera el vestigio de lo último que le quedaba a en éste mundo. Y no era así.
Ya que diseminó pequeños recuerdos entre las tantas mujeres que se le cruzaron en la vida. En realidad,
quizás sí, ésa maleta fuera lo único que tenía en éste mundo. Aunque ya ni eso,
le importaba. Con absoluta certeza regresaba a su pueblo después de casi diez años. Los sinsabores
del pasado no eran más que eso; y en comparación con los que había dejado en la ciudad no eran tantos. Los recuerdos de las últimas horas habían sido borrados como por una mano pasando por su frente. Una gran
mano cariñosa que le tomara la fiebre, y le dijera que era alta. O, que transpiraba frío, por el revolver
que empuñaban contra su sien. Le dijeron: ¡en dos horas te largas de aquí y no regreses nunca más
y si viste algo, olvídate! No lo olvidaría tan fácilmente. Porque se orinó los pantalones
mientras asentía con la cabeza. El
autobús lo dejó sobre la ruta y el ford de don Antonio lo recogió cuando ya pasado el mediodía;
se volvía para el pueblo.No lo esperaba nadie. La vieja casona de los abuelos ahora era tapera, barro. Yuyales. No importaba, a nada. Mejor.Así nadie preguntaría por qué ni cómo.Por el momento necesitaba
dormir.Buscó la sombra del albergue, y en ella los zumbidos de los bichos del abandono.Planificó todo para más
tarde, y así pasó la primera noche de su última vida. Le amanecieron ruidos de vidrios rotos y griterío
de chicos golpeando con honderas los últimos cristales de la ventana. Uno de ellos se parecía a él cuando
era chico, vestía el overol remendado de siempre... No había café para el desayuno ni melodía
de radio con música mediocre como para empezar el día.Los chicos corrieron mientras gritaban "el croto"
eso le gustó y también lo asustó.Se miró la cara contra el vestigio del espejo del cuarto y no
se reconoció. Se sabía diferente, pero no para tanto. La abuela estaba vestida con el batoncito viejo de siempre. Parecía igual, no había
envejecido nada. Lo miraba preocupada con esos ojos azules del color del mar lejano, que la separaban en tiempo y distancia.Estaba
sentada en la silla bajita de madera. Y mientras sus manos desplegaban el rosario, sus labios húmedos de amor lo recibieron
en paz....Cuando don Antonio llegó al
bar; trajo la noticia escrita en el periódico del día anterior. Y todos en el pueblo lo recordaron.Vieron la
fotografía del cuerpo manchado por la sangre, y el titular en letras grandes; "ajuste de cuentas", decía.
Lo nombraban con letras más pequeñas...Cuando
dejó de planificar se acordó del ruido certero del disparo y de la caída del cuerpo contra el suelo.
Fue cuando se dijo, mejor me vuelvo a la casa de los viejos. Allá seguro la abuela me espera, con sus ojos azules,
del color del mar...
Fray Angélico 4231-Córdoba-Argentina El "Efecto mariposa" es un concepto que hace referencia
a la noción del tiempo, a las condiciones iniciales dentro del marco de la teoría del caos. La idea es que,
dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en
ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas completamente diferentes. Sucediendo así que, una pequeña
perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente
grande a mediano o corto plazo de tiempo. Un ejemplo claro sobre el efecto mariposa es soltar una pelota justo sobre la arista
del tejado de una casa varias veces; pequeñas desviaciones en la posición inicial pueden hacer que la pelota
caiga por uno de los lados del tejado o por el otro, conduciendo a trayectorias de caída y posiciones de reposo final
completamente diferentes. Cambios minúsculos que conducen a resultados totalmente divergentes. Su nombre proviene de
las frases: "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino) o "el
aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo" así como también
"El simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo".
PARA USO EXCLUSIVO DEL AUTOR DE ESTA PAGINA. MENSAJES AL EDITOR nacionesunidasdelasletras@aveviajera.org
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"Liliana Santacroce" <liliana_santacroce@yahoo.com.ar>
LA IMAGEN
DE PIEDRA DEL LIBRO BITÁCORAS DE VUELOS LILIANA SANTACROCE la lluvia del atardecer amortiguaba las risas de los desamparados que
me habitaban el alma.
La imagen de piedra sobornó mi mirada
entrelazándose a mi vida sin pedirle permis.---- Yo estaba de pie frente a ella en aquel portal de entrada del nuevo
museo de arte (reinaugurado tantas veces como tantos últimos gobiernos inexactos que nos amparaba el destino)´===Sin
entender mucho de piedras, sus ojos atraían el rigor dulce de una extraña forma de ser en pleno mundo abstracto
a todas mis miradas...Eran sublimes sus destellos inmortales...tantos, que no podría jamás en ésta vida
amarrarlos a los míos.==Ante ello quería desistir, alejarme...seguir la caminata, el sendero entre otras estatuas.===Perfiles
de ilusión de escultores nada espéciales sólo aquellos que en gran disputa política por participar
sonreían ente su público extasiado.---Crueles miserias de ser quien espera una llegada ante una morada difusa de mi desequilibrio
de poeta enamorada.==Yo esperaba aquella cita en aquel lugar especialmente diseñado para amparar a los amantes de tantas
sentencias, mientras, seguía atrapada por la imagen de piedra de aquella estatua...==Él no llegaba, sería
esperar demasiado ante tantas instancias...Él no llegaba... y la lluvia del atardecer amortiguaba las risas de los
desamparados que me habitaban el alma. Él no llegaba, y las puertas luego de un brindis precario, aplausos de los visitantes, palabras de
los concubinos del arte no amedrentaban aunque tampoco cobijaron.Dos eslabones de una gruesa cadena junto a un candado, anunció
el cierre de puertas, dejando entre las palabras que no se dijeron mi dolor por una espera.Los cierres de las ausencias....
desmantelados por las estrellas de un cielo plomizo, avanzando la tarde a la noche; se extasiaron ante mi propia imagen de
piedra sin pedirme permiso al amor que nunca improvisaba.
EL NOMBRE DEL PADRE Entretejidas las varillas de mimbre, verdes y
húmedas. Dieron la forma deseada. Manos callosas artesanales y silenciosas moldeaban el que sería recipiente.
Contenedor sin contenido: una cuna. Con la llegada de otras lunas. Con noches de vientre azulado y abultado. Nacería
entre labios apretados y quejidos acallados el chico. El contenido no deseado ni buscado. Manos impiadosas lo levantarían
sin esfuerzo. Buscando el sexo, y el parecido a otros rasgos. Solo para verificar o aseverar una identidad: -La del padre- En el rancho no habría festejos ni gente que aclamara. Silencios de siestas calurosas. Sol acunándose
en el horizonte, y pañales como estandartes. Extendidos sobre el alambrado, hablarían del nacimiento. Por
lo demás todo seguiría igual. La tarea del campo con el arado, la siembra oportuna de acuerdo al calendario
del abuelo (basado en estrategias indescifrables) El "guardado" de animales para el engorde. Las montarazas salvajes
y las ponedoras orgullosas, en la tapera del fondo. Gatos salvajes distanciando comadrejas y perros empestados adormilando
los rincones. El paisaje de montañas oscuras a una distancia apropiada por si se perdían las cabras. Los yuyos para infusiones. El arrope derramado sobre masa crujiente. Pan casero oliendo a humo y quesos salobres apenas
estacionados. Por lo demás todo seguiría igual. El chico iba creciendo sin develar su misterio. Parecía
creado de la nada. La madre callaba. Amamantaba y los ojos se perdían en el camino. Acarreaba leña para el fogón.
Y los ojos se volvían a perder en el mismo lugar. Del paraje había llegado. Oliendo a sangre, tierra y
golpes. Eso, todos lo recordaban. Desierto de espinos, de serpientes ponzoñosas, de suelo salitroso y rocas redondeadas
por el desgaste del Zonda. De allá había llegado, y a nadie le importaba. El chico aprendió
a dar sus primeros pasos tras una gallina negra (mala señal, seguramente) Cuando tuvo conciencia de sus incipientes
dientes. Comenzó a defenderse. A la única que obedecía era a la Esperanza, su madre. Con los demás
parecía siempre ausente. Hablaba poco, gesticulaba menos. Se daba maña y no pedía ni ofrecía
nada. Se sabía no querido. No importaba. Los otros críos del poblado aprendieron a respetarlo. ¡Si
a la hora de la pelea, parecía mezcla de águila y gato salvaje! Tenía sangre india. Chúcara y
parca por parte de la madre. Ojos azules y cabellos colorados. ¿A quién sabe? Huraño, orgulloso
siempre callado. Cuanto más crecía más se ausentaba. Buscaba en las montañas. Se adueñaba
del lugar. Y en el desierto, en el silencio de piedras y viento se perpetuaba en la noche. Algunos decían que
debía ser hijo del diablo y comenzaron a temerle. La madre no lo desmentía. Ella sabía. Hasta que
aparecieron animales muertos. Primero en la ranchada de los López y más luego en la de los Maidana. Y la noticia
corrió como reguero de agregados y calumnias. De mentiras y espanto. ¡Que les faltaba toda la sangre! ¡Que
parecían momificados! ¡Que los cueros estaban todos agusanados! ¡Que el chupa cabras era el hijo de
la Esperanza! Y la Esperanza se convirtió en fiera y de todo lo callada que había sido se deshizo en palabras.
Le gritaba a los cuatro vientos la inocencia del hijo. Amenazaba y defendía. Fue por aquellos tiempos cuando llegaron a la Estancia de Los Alemanes
algunos rumores. La peonada hablaba de la bruja y su engendro, el chupa cabras. ¡Que había que juntarse
para molerlos a palos! Porque como en todas partes, lo que no se entiende debe romperse. La madre y el hijo fueron acusados.
Maldecidos y golpeados. No hubo quien hablara de justicia ni tildara de ignorantes. Ni pusiera un poco de cordura entre tanta
maledicencia. Se castigó brutalmente. La espalda del hijo no sirvió como escudo. Y ella, con la cabeza
rota alcanzó a bendecirlo. En una mirada profunda pronunció un nombre que sólo repitió el viento.
El nombre del padre, don Muller...
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