LA COLECCIONISTA DE BESOS
Un honor analógico en el humor ilógico del castellano
No te recuerdo de una manera clara, tu imagen en mi mente conforma una sombra, un silabeo, un vocablo
informal, una elíptica nota a pie de página, un discurso en un papel arrugado que se me extravió en algún
lugar. Me llenaste de flores y de adjetivos, tratando de indemnizar lo que en tu semántica te llegaba como afección
insatisfecha pero no ausente, porque te percataste de que yo estaba llena de ternura.
¿Hasta cuando yo podía
continuar sin leer el texto de tus procedimientos? Te había ignorado en tus gestos, hasta casi el último momento
del desenlace de nuestro cuento... Tú deseabas mis interjecciones y mis adverbios de modo, como respuesta a tus complementos
circunstanciales... Deseabas que yo te tratara como a un sujeto de género masculino que conoce bien los complementos
del predicado, o mejor dicho, deseabas que yo fuera tu predicado donde dejar recaer la acción de tu verbo en activo...
Entonces vino el análisis interpretativo: Apetecías que yo misma abriera la cárcel donde tenía
encerrada a una mujer porque te había sido imposible abrir esa puerta. En homenaje a tu reprimido morbo de macho desgastado,
envuelto en honorabilidad, te di la bienvenida a mi ventana, mas, solamente te abrí un postigo. Tú y yo adultos...
tú y yo deseosos de ser una pareja más, pero semejante a un café exprés, de esos que te aplacan
la angustia de un momento; una pareja, de tantas que alegran la vista de los demás en una exótica pista de baile.
Total... ¿Qué más da?... Yo estoy sola porque me da la gana... Pero tú, pobrecito tú...
ni siquiera sabías ni sabes lo que quieres... nunca aprendiste a disfrutar tu soledad.
Era abierta la estancia
de boleros bajo el cielo salpicado. "La luna está hoy como para lobos" -dije mientras dejé que tu
brazo me ajustara al bailar- Entonces me hablaste de ella sin parar, que era nuestra, que nos pertenecía. Yo te sonreí,
al tiempo que desplegaba mi rostro del tuyo con nuestros ojos frente a frente, en aquella media luz, para decirte que algunas
lunas me afectaron mi piel y la volvieron muda. Quisiste dejarme la promesa de producir gritos en mi piel... pero ya la luna
también se había robado tus palabras.
En algún punto, cerca del final, nuestras discusiones
sobre diversidad dialectal ya formaban parte de la ruta del tiempo pretérito y del espacio cinético... Entonces
sin más cabida para foros ni mesas redondas, no hubo lugar para discutir tus encantos y sólo un dialecto quedó...
en tu boca raptora y audaz, te dejé la mitad de un beso, de mí beso, porque me dio la gana. Para una primera
y única noche nos dimos a conocer demasiado, casi creíste predecir que caería y casi pude sentir el aleteo
de Pandora seduciéndome a destapar la caja.
Lo que nunca supiste es que yo sólo soy una coleccionista
de besos, que andaba de paso... Colecciono de los más típicos, los más extraños, los más
exóticos, los más apasionados, los más alegres y los mas tristes que llenan el vacío de los agujeros
negros del firmamento, que marchan al lado de esa luna que esa noche estaba como para lobos.
©SorGalim
Milagros Hernández
Ingeniera de Sueños